Vista aérea de la bóveda del templo catedralicio de Oviedo recogida del libro.
Sociedad

Díez Tejón redibuja el Oviedo artístico en una guía de sus principales hitos

«Su mérito principal es ser un catálogo completo de todo el arte de la ciudad»

PACHÉ MERAYO

Martes, 30 de junio 2009, 05:07

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El escritor Luis Díez Tejón acaba de poner en circulación un libro que pretende servir de timón para conocer Oviedo desde una mirada artística. Novelista aplaudido ('El viaje oscuro' o 'El testamento de la marquesa' dan fe de ello) y colaborador habitual de estas páginas, el autor que se define como «viajero empedernido», hace con esta publicación una travesía interior por los rincones de una ciudad que conoce de siempre y que ahora ha redescubierto. 'Guía artística de Oviedo' (Ediciones Lancia), que así se titula este compendio de esculturas, arquitecturas, pinturas y rincones entrañables, es el fruto de haber volcado en sus páginas no sólo sus viejos conocimientos, sino también sus nuevas sorpresas.

Las «piezas que se han ido sumando a la historia, los documentos que los expertos han reinterpretado, los nuevos y reveladores hallazgos de los últimos años». Todo, dice Díez Tejón, está en este pequeño libro, cuyo saludo al lector es un plano monumental de la capital asturiana, que no lo es por su tamaño, sino por el protagonismo que da a los hitos monumentales en las trazas de sus calles. Empezando por la catedral, que como no podía ser de otro modo ostenta el número uno en la lista, y acabando en el campo de San Francisco, Díez Tejón destaca 25 lugares que el visitante no debe dejar de lado en su recorrido esencial por Oviedo. Y tras la representación geográfica de las avenidas, una pequeña introducción histórica, que en seguida se adentra en el interior mismo de la Cámara Santa. La catedral es la primera parada no sólo en el callejero de la ciudad, sino en el índice del libro, que tiene el mérito, explica su autor, «de ser un catálogo completo de todas las manifestaciones artísticas de Oviedo». Sólo se han quedado fuera elementos a los que les falta un estudio exhaustivo para determinar con concreción absoluta su origen.

Es el caso de la fuente hallada bajo el suelo que acogerá la ampliación del Museo de Bellas Artes. «Consulté a los expertos y la falta de exactitud en los datos que todavía arroja ese hallazgo no me permitió incluirla en las páginas de la guía», apunta Díez Tejón, encantado, por otro lado, de poder añadir a otros libros anteriores adquisiciones y donaciones que han entrado en los principales museos, como el de la Iglesia, que ocupa el primer capítulo de la guía. «Especialmente atractiva es una pintura del siglo XVIII, que llegó al museo diocesano por donación y que representa a la Trinidad Triándrica».

Pintada en México, en 1778, advierte el escritor, «es una pieza extraordinaria por su rareza y originalidad. Es una de las pocas representaciones de la Trinidad bajo figuras humanas, ya que éstas no estaban bien vistas por la Iglesia».

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Tras la visita al principal templo de la ciudad, Díez Tejón se detiene en cada una de las iglesias y conventos de la ciudad, para adentrarse después en las arquitectura civiles más destacadas.

Fotografías y datos sobre sus estilos e, incluso, sobre sus historias ilustran la guía que pone especial atención en los palacios del Conde de Toreno, de Camposagrado, de Valdecarzana, del Marqués de San Feliz y, entre otros, el de Velarde. El Teatro Campoamor y las casa de Díaz Campomanes, de la Rúa, la de los Llanes o el remozado Acueducto de los Pilares copan este capítulo eminentemente arquitectónico, que se prolonga en otro, dedicado a las plazas y principales rincones de Oviedo.

El broche de oro de la Guía artística de Oviedo lo ponen dos visitas, una al Museo de Bellas Artes de Asturias, que puede ser visitado con la guía en la mano, y otra al Arqueológico, que, en plena fase de determinación de su discurso museográfico, invita a su conocimiento a través de las páginas de la guía, más que de la realidad que todavía no se ha empezado a escribir.

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Pero antes de las visitas a los museos, Díez Tejón se detiene en el prerrománico con una dedicación especial a sus principales legados, San Julián de los Prados, Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo y la Fuente de la Foncalada. Cada uno de ellos es recorrido por el autor, embarcado ahora en un libro de viajes sobre Egipto, para invitar al lector a hacer idénticas paradas y sacar toda la sustancia de cada una de sus centenarias piedras.

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