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MIGUEL LLANO
Miércoles, 18 de marzo 2009, 04:05
Fue una conversación a medias entre Oviedo y Madrid, entre una clase de Ikebana, un viaje en avión y entre muchas disculpas. Masako Ishibashi es prudente y respetuosa, tanto que a veces desconcierta. Su propio carácter recuerda lo distintos que son Occidente y Japón, y de eso precisamente habló ayer Ishibashi en el Primer Congreso de Cultura japonesa que se celebra en el Edificio Histórico de la Universidad.
-Lleva 36 años en España. ¿Recuerda la primera vez que fue a un supermercado?
-Sí, fue un choque. En la cola me enteré de toda la vida de la señora que me precedía.
-Su conferencia en Oviedo trataba sobre eso, palabras y silencios.
-En España, hablar es una parte más de la cultura. En Japón se valora más el silencio. Hay un refrán: 'Cuando dice uno, entienda diez'. Si se escucha un debate por la radio, hay tres contertulios que son capaces de hablar al mismo tiempo, no se escuchan. ¿Cómo pueden entenderse? Lo digo con sentido del humor. Nosotros creemos que el silencio es energía, por eso al hablar, para no perderla, hay que concretar lo que uno quiere decir,
-Además nosotros hablamos alto.
-La primera vez que mi hermana vino a verme, escuchó una conversación normal y me preguntó: «¿Por qué discuten?»
-Ustedes son más respetuosos.
-Yo creo que en Japón la vida fluye; en España, digamos que hace un curioso zigzag. Lo digo con todo el respeto, yo soy una enamorada de este país.
-¿Y de Asturias?
-Asturias fue la primera provincia que visité, y el 'Asturias patria querida', la primera canción que me aprendí.
-Los asturianos cuando vamos fuera solemos querer volver. ¿A usted le ocurre?
-Ahora se aproxima la época de la flor de cerezo, la sakura, y ya no puedo pensar más que en volver allí. Es un momento de extrema belleza, en apenas unos 5 días los cerezos se llenan de flor y después se caen al suelo formando un manto de pétalos. Dura una semana, es la filosofía de la fugacidad.
-¿Lo puede explicar?
-La vida es bella porque es fugaz, a los japoneses nos gusta esta filosofía. ¿Recuerda los kamikazes casi al final de la Segunda Guerra Mundial? Pues estos jóvenes ya sin armas y sin gasoil se lanzaban a la muerte contra el enemigo y, en sus solapas, llevaban bordadas flores de cerezo, toda una metáfora de la fugacidad de la belleza y de la vida.
-¿Volverían a hacerlo, volvería a haber kamikazes en su país?
-Espero que no, ahora ya hay información y no se cree en que el emperador esté por encima de Dios. Tras la guerra ganamos paz, y creo que eso es precisamente lo más importante.
-¿Qué perdieron?
-Al principio nuestras tradiciones, cuando el país volvió a la estabilidad se fueron recuperando, y aún hoy perviven tradiciones y modernidad. Sin la espiritualidad, sin ese aliento, no puede disfrutarse de la vida.
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