Noli foras ire

E L texto del Deuteronomio es el que acertadamente propone la Iglesia como clave de interpretación del evangelio de hoy. El grito del endemoniado: «¿Has venido a acabar con nosotros?». Es sumamente parecido a la queja del pueblo sobre las apariciones de Dios en Horeb. En Marcos, Jesús aparece como el hermano que se inclina con ternura ante el sufrimiento humano. Para nuestro evangelista, lo que hace morir al hombre es el mal que anida en todo ser humano, esa ley interior que en ocasiones nos lleva a hacer el mal que quisiéramos evitar.

En realidad, seamos o no epilépticos o endemoniados, todos llevamos dentro «un espíritu inmundo». Tendemos a situar el mal fuera de nosotros: «la culpa la tiene la televisión, las guerras -que, claro, siempre tienen la culpa otros-, el hambre, la política, los negocios, etcétera.

San Agustín nos diría: «Noli foras ire», («No te vayas afuera»), reconoce lo que tienes dentro, «lo que mancha al hombre no es lo que viene de fuera, sino lo que sale del corazón».

También nosotros, porque la Palabra de Dios nos sigue hoy interpelando, debemos hacer la pregunta del hombre poseído por el espíritu inmundo: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?

Un Jesús que nuevamente nos invita a empujar fuera de nosotros todo lo que llevamos de espíritu inmundo y abrirnos a las aspiraciones más bellas y humanas que llevamos también dentro de nosotros.

Como decía Kierkegaard, debemos acercarnos a la Biblia con la convicción de que esa Palabra me habla hoy a mí y me habla de mi mismo. Poner delante de esa palabra de Dios mi verdadera realidad, con sus luces y sus sombras, con esa mezcla de gracia y de pecado que es cada uno de nosotros.