
LETICIA ÁLVAREZ
Sábado, 22 de noviembre 2008, 04:28
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Con el libro en la mano, dice Aurelio González Ovies sentir satisfacción, pero también cierta «nostalgia». Añoranza al recordar otros tiempos en el mismo grado que le asalta un sentimiento de autocrítica porque, como dice el poeta, «siempre corregiría algo e, incluso, pienso que lo habría escrito de forma diferente».
No hay remedio ni para uno ni para lo otro, pero revisar el trabajo pasado también ayuda a hacer balance. Eso es lo que le sucede al releer hasta cien de sus poemas escritos en las tres últimas décadas. Una recopilación, que bajo el título 'Esta luz tan breve. Poesía, 1988-2008', sirve de estreno a la nueva editorial Saltadera, que además con este libro abre la colección 'Sol y sombra'. Ahora, explica González Ovies, «veo que los temas son siempre los mismos, el miedo, la soledad, el amor, el desamor...».
Sin embargo, aprecia y admite una evolución hacia la simplicidad de su obra. Lo que se refleja en una economías de palabras y quizás también en la forma de explosionar sus sentimientos. «Con los años tiendes a decir lo mismo con menos palabras. Los sentimientos de los 25 años dejan de serlo, pero surgen otros. Cuando empiezas imitas a otros autores y casi te aparece tener un diccionario en la mano para contarlo todo. Ahora lo que triunfa es la sencillez».
Un minimalismo que no tiene nada que ver con el elitismo: «Por más que me critiquen que escribo suave, tengo muy claro que lo que busco es algo que me llegue. No me gusta que me anden con rodeos y con metáforas. Me gusta que los sentimientos afloren veraces y limpios».
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Agotados en las librerías todos sus libros, la presente edición permite volver a obras esenciales de este autor como 'Vengo del norte (1993), 'Nadie responde' (1994) y 'Tocata y fuga' (2004). Versos intensos y cercanos, que fructifican en una poesía cargada de melancolía. «No creo que la poesía tenga que ser triste, pero sí melancólica. Es como un atardecer. Por muy bueno que sea el momento o tu compañía cuando lo contemplas siempre hay algo de melancólico porque no se repite, como el día a día. De hecho, no creo que nadie escriba de copas con los amigos. Con la resaca del día siguiente sí, pero de juerga no».
Y en esta antología que lleva hasta los 25 años del escritor vuelve a aparecer su recurrente viaje a la infancia.
-¿Por qué? ¿Se dejó algo sin hacer?
-No, todo lo contrario. Hice demasiado. Fue mi contacto con el mundo. Una época demasiado feliz y luminosa para después ir encontrándome tantas sombras...
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La pregunta llega sola.
-¿La infancia es un engaño?
-Digamos que rodeamos a los niños de una mentira dulce. Creo que vale más ir probando la amargura de cada época según ésta vaya llegando.
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