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Á. GARCÍA
Sábado, 2 de febrero 2008, 10:05
Después de veinte años de luchas y protestas, parece que en un plazo razonable los vecinos de la parroquia sierense de Argüelles podrán volver a respirar el aire libre sin que aparezca en sus rostros una mueca inevitable de disgusto. Sobre todo en los días que sopla viento del sur.
El asunto de los malos olores producidos por varias empresas próximas a la parroquia parece en vías de solucionarse. Aunque de forma precavida, los vecinos consultados creen que la petición a las citadas empresas de que pongan en marcha medidas para atajarlos conllevará, por fin, la desaparición del dichoso hedor. En el mes de febrero termina el plazo otorgado a las industrias implicadas para que presenten el paquete de medidas que piensan aplicar para terminar con la problemática.
Abel Terente regenta desde hace años un establecimiento hostelero situado en la carretera que pasa por Argüelles. Para él, si se logra erradicar definitivamente el problema «será algo muy positivo para todos nosotros porque, aunque algo se ha corregido últimamente, a veces el olor que llega es insoportable». El empresario no duda que sus clientes valorarán en buena medida el supuesto cambio, «y además me evitaré tener que explicarlo, algo que no siempre se consigue».
Tiene claro que «como hostelero, no estoy en contra de ninguna empresa de la zona, aunque es lógico que me deba a mis clientes, pero es necesario que se tomen medidas correctoras, lo que también influirá, pienso, en una mejora de las futuras inversiones» en el área. Cree que las posibles reticencias de los inversores se verán reducidas eliminando el problema ambiental.
Por su parte, el jubilado Inocencio Huergo se toma el asunto con humor mientras faena en su abarrotado invernadero, aunque reconoce que se trata de algo serio. «Yo no se si será la edad, pero no huelo nada. Sin embargo, mi hija, todavía ayer por la noche se quejaba porque al salir de casa notó un olor terrible», apunta con sorna. Huergo recuerda que antes la cosa era mucho peor. «Hasta que el río no estuvo saneado debidamente, se vertían toda clase de porquerías y eso también desprendía un olor muy desagradable».
Alegría cautelosa
Una de las personas que más ha luchado en todos estos años para que el problema se solucionara es Loli Prendes, presidenta de la asociación de vecinos de Argüelles desde hace cuatro años. Ella muestra cautela en sus expresiones, pero se declara satisfecha con los avances que se han conseguido en los últimos meses.
En su opinión, «es bueno que las partes estén en negociaciones, pero el olor últimamente es muy fuerte, a cualquier hora del día». Prendes espera «que lo que se haga, sea algo definitivo. Nosotros no nos vamos a olvidar de todo lo que ha pasado y permaneceremos alerta por si vuelve a repetirse, pero si se respetan los acuerdos tal y como están, parece que se acabará», sostiene esperanzada, y no es para menos.
Para la presidenta del colectivo vecinal, la erradicación del hedor tendría valor añadido, no en vano lleva desde 1988 conviviendo con el problema. «Han sido muchos años de preocupaciones y muchas las llamadas al Seprona para denunciar durante todo este tiempo», afirma con el semblante de quien ha empleado mucho tiempo en lograr que las cosas cambiasen.
Otro de los vecinos afectados es José Parrondo, dueño desde hace casi treinta años de uno de los restaurantes de la parroquia. Su opinión acerca del posible fin del conflicto también es positiva, aunque con matices: «Me parece muy bien, pero en mi caso concreto tengo otro problema que solucionar, que es el provocado por los rollos de hierba que colocan detrás de mi establecimiento, y que desprenden un olor bastante desagradable, creo que suficiente para que el Ayuntamiento y Sanidad se preocuparan y tomaran medidas al respecto».
Parrondo también se ha visto en numerosas ocasiones en la encrucijada de tener que explicar a sus clientes los motivos de un olor que a veces, «muchas, es insoportable y por lo tanto, explicarlo también».
Si los plazos marcados en las negociaciones se cumplen, a medio plazo se notará la diferencia, y no sólo lo harán los vecinos de la parroquia de Argüelles. Dependiendo de los vientos del día, el olor se expande por diversas zonas próximas y llega a notarse, en determinados puntos, desde las carreteras y la autopista que cruzan la zona.
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