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POR RAMÓN BARAGAÑO PERIODISTA Y ESCRITOR
Domingo, 25 de noviembre 2007, 02:19
Su viaje por tierras españolas se publicó, en 3 volúmenes, en Londres en 1791, con el título de 'A journey through Spain', y fue reeditado al año siguiente. En 1809 fue traducido al francés, y esta versión fue aprovechada por José García Mercadal para realizar una edición en español, en 1962. Antes, en 1874 y 1886, Fermín Canella había traducido la parte correspondiente a Asturias, con supresiones de texto y errores de bulto. Fue nuevamente publicada por J. Tolivar Faes en 1986, traducida y anotada sobre la versión francesa y a la vista del original inglés. Townsend es el primer viajero inglés que describe con detalle Asturias, anticipándose en casi 50 años a Richard Ford, George Borrow y otros.
Entra en nuestra región por el puerto de Somiedo el 3 de agosto de 1786 y permanece en el Principado un par de meses, hasta el 3 de octubre. Viaja en compañía de Nicolás de Llano Ponte, joven cadete de 16 años nacido en Oviedo pero con casa familiar en Avilés. El obispo auxiliar de Oviedo, que gobernaba la sede por ausencia del titular (Agustín González Pisador), era Juan de Llano Ponte, nacido en Avilés en 1727 y tío abuelo del joven.
La feria o fiesta religiosa que menciona el clérigo inglés en su relato, con mercado de ganado muy concurrido, es la de San Agustín. Los conventos a que alude son el de la Merced (monjes) y el de San Bernardo (monjas), ambos ya desaparecidos. La casa que describe de su 'joven amigo' es la de García Pumarino o Llano Ponte (actual sede de los multicines Marta). A continuación ofrecemos el relato de la estancia de Townsend en Avilés, según Tolivar Faes:
«El lunes, 21 de agosto, fui con mi joven amigo a visitar, durante algunos días, a su padre, que vive en Avilés, muy cerca del mar, a unas cinco leguas de Oviedo. El objeto de esta visita era ir a la feria o fiesta religiosa que en todos los países católicos del mundo, y hasta cierto punto también en los protestantes, es ocasión de mucho tráfico y tiempo algo licencioso».
«La carretera atraviesa montañas. Por aquel tiempo se hacían costosos trabajos en ella; se trataba de hacerla sólida, sin reparar en la economía y sin mirar más que a la utilidad y belleza de la obra. A algunas millas de Oviedo, y también cerca de Avilés, la carretera se ha hecho perfectamente recta, muy ancha y algo elevada por el centro. Los cimientos han sido hechos con gruesas capas de roca calcárea cubierta de piedra machacada de menor tamaño; y para sostener la bóveda o parte central del camino, temiendo que pueda separarse como los arcos de un edificio si no tiene apoyo lateral se han construido dos muros completos a todo lo largo del camino. Ello, ciertamente, aumenta mucho la belleza, pero nada contribuye al principal fin propuesto. Las orillas de la carretera, plantadas de árboles, ofrecen un delicioso paseo a los habitantes».
«La ambición de los españoles, que les hace tender a la perfección, en ninguna parte es más visible que cerca de Avilés. La antigua carretera rodeaba alrededor de doscientos cincuenta pasos para evitar una pradera baja y pantanosa; pero ahora se han decidido a obtener, con grandes costos, una avenida recta y espaciosa de cerca de tres millas, como las de las otras ciudades. De Oviedo a Gijón, pequeño puerto de mar al este de Avilés, se hace otra carretera del mismo tipo y con los mismos costos».
«Avilés tiene ochocientas familias, dos iglesias parroquiales y dos hospitales, uno de los cuales es para mujeres ancianas y el otro para los peregrinos que van a Santiago. No hay más manufacturas que la de calderería de cobre y de latón, para los pueblos próximos y la de hilo para el consumo de la villa. Avilés está situado a la orilla de un pequeño río, a una legua de mar aproximadamente, y la marea llega hasta allí. Esta villa está rodeada de montañas que en su mayoría son fértiles hasta la cima y están cubiertas de rebaños o sombreadas por robles o castaños, en tanto que las tierras más bajas producen ricas cosechas de trigo y maíz».
Descripción de la casa
«La casa de mi joven amigo es una de las más cómodas que he visto. Según el estilo de este país está construida en torno a un patio, pero sólo tiene la mitad del corredor que generalmente rodea ese patio, como aún se ve en alguna de nuestras antiguas ciudades. En esta casa la galería es ancha y mira al mediodía y al levante. La planta baja está enteramente dedicada a los criados, a excepción de un ángulo ocupado por la capilla. Las habitaciones consisten en un comedor y una antecámara, amplios y altos; uno, al oeste, mira a la calle, y el otro, al este, tiene una agradable vista hacia el mar; además, hay cuatro alcobas principales y otras tres más pequeñas. Dos de estas alcobas sólo tienen una cama; las otras tienen dos, tres y hasta cuatro, pues en España, incluso en las familias más distinguidas, tres o cuatro personas comparten frecuentemente la misma habitación».
«Esta feria o fiesta religiosa, que, entre paréntesis, indica el origen de nuestra palabra fair, atrae a Avilés un considerable número de forasteros, y cada vecino se apresura a recibir en su casa a los amigos. En este tiempo, la mañana se emplea en pasear mirando las tiendas, los ganados y la gente reunida en la feria; y la tarde se termina con bailes. Estos los ofrece el principal personaje de la villa, y en esta alejada provincia reina tal sencillez, que se permite a los criados y a los aldeanos aglomerarse a la entrada de la sala para ver bailar. Los bailes que están más de moda son el inglés, el minué y la contradanza, algunas veces la contradanza francesa, y al acabar la velada, el fandango».
«El domingo, 27 de agosto, que era el cuarto día de feria, hizo muy buen tiempo; la animación fue inmensa, la cantidad de ganado sorprendente y el mercado estaba muy alegre, cosas éstas que pueden sorprender a un protestante».
«El gobierno de esta villa está en manos de dos corregidores, cuatro regidores y un síndico que es elegido anualmente por el pueblo para la defensa de sus derechos, para inspeccionar la carne y para velar en todo momento por que se le haga justicia».
«Durante mi estancia en Avilés observé por primera vez que las visitas son siempre para la señora. El cabeza de familia puede entrar y salir libremente, pues no es necesario para nada preguntar por él; y si la hija es más bella que su madre, puede, sin ofenderla, ocupar ella sola la atención. Esta observación la confirmé más tarde en la capital, donde vi cómo los hombres entraban en casa de señoras de clase elevada y las trataban con la mayor familiaridad sin tener ninguna relación con sus maridos, e incluso sin conocerlos personalmente».
Atraso de la medicina
Según Townsend, la «ciencia y la práctica de la medicina no se puede decir que estén muy adelantadas en España, y menos aún en Asturias». Por encargo del obispo visitó a un amigo suyo, viejo canónigo, al que sus médicos auguraban una parálisis. Este canónigo, de cierta edad, vivía bien y no hacía ningún ejercicio. El pronóstico del viajero inglés fue despejar la habitación, poner al enfermo a dieta y obligarle a hacer ejercicio. A petición de Nicolás de Llano Ponte visitó a un monje, pariente de su familia, al que encontró doliéndose del mal de piedra. Tras cambiarle la medicación, le alivió los dolores, por lo que los restantes monjes le consultaron también y no encontró uno sólo que no estuviese atacado de piedra, de arenillas o de hipocondría, seguramente debido a la vida inactiva y enclaustrada que llevaban. Posteriormente Townsend fue llamado para visitar un convento de monjas, dos de las cuales estaban tísicas y otra, a la que con permiso de la abadesa le exploró el pecho, padecía cáncer, por lo que le recomendó acudir pronto a un cirujano. Con estas actuaciones, la fama de buen médico de Townsend corrió como la pólvora por la villa avilesina, en la que pasó «diez días muy agradables», para trasladarse a continuación a Luanco.
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