E. MONTES
Viernes, 28 de septiembre 2007, 02:57
Está organizado por maestros y discípulos, por compañeros y amigos, pero sobre todo, por universitarios, de ahí que el homenaje que la institución académica asturiana rinde a Santiago Gascón en el décimo aniversario de su muerte tenga un cariz fundamentalmente científico. Son dos días de simposio que estarán presididos por la publicación de un libro recopilatorio de los proyectos de investigación más representativos de aquel aragonés formado en medio mundo que desarrolló sus mejores capacidades en la Universidad de Oviedo como bioquímico y como rector.
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La idea partió del departamento de Bioquímica, que él mismo creó y donde dejó numerosos discípulos, y fue gestado para «como a él le hubiera gustado, con una reunión científica de alto nivel», señaló Pedro Sánchez Lazo, catedrático de Bioquímica, compañero de Gascón desde sus tiempos de Salamanca y hoy vicerrector de Investigación, cargo que durante cuatro años ocupó el propio homenajeado antes de acceder al Rectorado.
Pero, a pesar de la carga científica ineludible de un acto pensado para recordar al hombre que investigó la biología molecular de los virus o el cáncer, todas las miradas y cada una de las palabras iban dirigidas a Amparo García Ochoa quien, vestida de blanco y negro, asentía sin sonreír a los continuos halagos que recibía en representación viva de su esposo. Solamente cuando recogió de manos del catedrático Fernando Moreno el libro editado con sus trabajos sonrió levemente y agradeció con la mano los aplausos dirigidos al ausente.
Doctora en Farmacia, en cuyas aulas conoció al rector fallecido, Amparo García Ochoa sintió, sin embargo, más cercanas las palabras de quienes aludían a las facetas más atrayentes de su personalidad, tan apabullante como embriagadora. «Yo quiero ese texto», dijo en un susurro a Juan López Arranz, uno de los exrectores presentes en el homenaje y amigo personal y lloroso, en su día, de Santiago Gascón.
El texto al que se refería era el que acababa de leer Juan Vázquez, actual rector de la Universidad de Oviedo y candidato perdedor en 1992 frente al propio bioquímico.
«En la distancia corta descubrías más cosas en Santiago de las que sospechabas en el profesor Gascón. Algún magnetismo había en ese hombre que, por condición más que por edad, llegaba a veces a parecer un poco padre de todos nosotros. Podía tronar, pero yo le he visto también enternecerse. Sabía cerrar el puño y tener siempre tendida la mano. Sus argumentaciones eran, como él mismo, poderosas. Siendo rudo, era noble y llegaba a ser tierno», dijo Juan Vázquez, quien añadió que «era Santiago, sobre todo, un universitario íntegro y cabal, de los que practican una fe militante en la ciencia, el estudio y el descubrimiento», y le incluyó en esa escasa estirpe que constituye la memoria colectiva. Porque «la memoria es ese acto mediante el cual el hombre arranca algo a la muerte», concluyó.
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«Un hombre de paz»
El consejero de Educación, menos poético, pero igualmente sincero, dijo sentirse orgulloso por haber disfrutado de «una cierta amistad» con Gascón, «un hombre de gran inteligencia, un hombre de paz, un hombre bueno y un gran socarrón. Cuando negociábamos las tranferencias, me decía: 'tú haz como los de Madrid, danos el dinero y no te ocupes de más'», recordó un sonriente José Luis Iglesias Riopedre, en presencia de la práctica totalidad de la comunidad científica de la Universidad de Oviedo.
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