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RAMÓN AVELLO
Domingo, 26 de agosto 2007, 03:30
EXISTEN fiestas que se celebran en fecha fija y a las que el día de la semana les resulta aleatorio e indiferente, porque la fecha de la fiesta se erige sobre el día. Al contrario, en otros festejos el día de la semana predomina sobre la fecha del calendario. Como los primeros viernes de cada mes -en mi educación religiosa salvoconducto para la eternidad-, los tres jueves del año que relucen más que el sol, o las diversas fiestas que se celebran el último domingo del mes de agosto. Entre estas fiestas, está la Regalina.
Desde hace setenta y un años, el pueblo de Cadavedo celebra el último domingo de agosto la Regalina. A pesar de su relativa modernidad, la Regalina es una fiesta y una romería tradicional asturiana, profundamente enraizada en el concejo de Valdés y, en particular, en Cadavedo. Aunque la Regalina se creó en 1931 bajo la inspiración del poeta cadavedano Fernán Coronas, seudónimo literario del Padre Galo, la devoción hacia la Virgen de la Regalina o Riegala, concretada en la estatua de la Virgen de la Regalina que hoy se guarda en una pequeña ermita sobre el mar, es bastante más antigua. Los libros parroquiales de Cadavedo de los siglos XVII y XVIII constatan la devoción popular y el cariño hacia esta Virgen cuyo nombre proviene de la Regla monástica de San Benito. A principios del siglo XIX, los cultos a las vírgenes del Carmen y la Asunción relegaron la veneración hacia la Regalina hasta que el padre Galo restauró y recreó el culto de la antigua patrona de Cadavedo.
En esencia y prácticamente desde sus orígenes, la fiesta de la Regalina consiste en un desfile folklórico desde el barrio alto de Cadavedo hasta la ermita de la Regalina, seguida de una procesión por los campos de la atalaya y una serie de danzas y bailes tradicionales en el promontorio marino en el que se erige la ermita de la Regalina. En el desfile participan, además de diferentes grupos de gaitas y bailes procedentes de diversas zonas de Asturias, buena parte de los habitantes de Cadavedo, vestidos con el traje regional, o como decía el Padre Galo, ataviados a la vieya usanza, carros del país engalanados de flores, ramos de alfiladas -bollos de pascua típicos de Cadavedo, amasados, sin agua, a base de harina, azúcar, manteca y huevos- y, sobre todo, bailes y danzas folklóricas, entre los que, desde hace más de treinta años, participan los coros y danzas Jovellanos, de Gijón.
En 1945 la fiesta se enriqueció con un espontáneo pregón arromanzado, escrito y recitado en la vieya fala xalda, variante occidental del asturiano, por Jesús Pérez Avello. Aquel pregón fue un nuevo hito en la fiesta.
Durante casi sesenta años, que es lo mismo que sesenta pregones, Jesús de Paz leyó un pregón en el que se articulaban el lirismo, la ironía a la hora de tratar los temas de actualidad, desde los avatares deportivos del Sporting y el Oviedo hasta los eternos problemas de las comunicaciones del Occidente de Asturias.
Jesús, pregonero perpetuo de la Regalina, falleció el martes pasado. En Cadavedo quedan sus pregones, intrahistoria poética de la vida cadavedana, su huella, continuada en el joven pregonero José Manuel Fernández y, sobre todo su imperecedero recuerdo.
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