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E. C.
AVILÉS.
Domingo, 14 de enero 2018, 01:00
Vive en Luarca, tiene 103 años y es el último superviviente de la gripe de 1918, una epidemia de la que prefiere no acordarse y que se llevó por delante a decenas de personas en su localidad natal.
Con una memoria privilegiada para su edad, José Ameal Peña aún recuerda cómo los ataúdes pasaban sin cesar por delante de su casa y cómo don Ceferino, el médico que trabajaba en Luarca, le curó en ese otoño fatídico. «La única vez que de verdad estuve enfermo».
Trabajador infatigable, a los doce años ya estaba empleado como pinche en los talleres de Higinio García, una labor que marcaría su vida, siempre ligada a la conducción, al taxi, al camión.
Pero, aunque prefiere no acordarse, es imposible borrar de su memoria el horror de la peor epidemia del siglo XX cuando, tras las cortinas de las ventanas de su casa, veía a sus vecinos vestidos de negro mientras las campanas de la iglesia de Santa Eulalia tocaban a muerto.
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