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Las mujeres somos nuestras mejores aliadas y nuestras peores detractoras», aseguraba ayer la modelo Pino Montesdeoca, durante su conversación con Alicia Suárez Hulton, en los Encuentros Cincuenter que acogió el Archivo Histórico. Allí contó su historia, que empezó cuando un mosquito la infectó de dengue hemorrágico a los 53 años. «Estaba en Bahamas y casi me muero, así que me dijeron que tenía que salir de la isla».
Esta canaria regresó entonces a España y, con su hija y su marido, se hizo una sesión de fotos. «Me pusieron moños y ropas y me lo empecé a pasar bien», se reía. «Movieron esas imágenes, las vio la que ahora sigue siendo mi agencia y llegó un anuncio de Mercedes Benz y más cosas. Le gusté a algún diseñador y yo flipaba, porque mido 1,65», contaba.
Lo decía en broma, pero totalmente en serio. «Porque no cumplo con los requisitos de una modelo, pero funciono», explicaba. «Nos pasamos la vida buscando nuestra identidad y yo cada día estoy más de cerca de ser la mujer que siempre debí ser». Porque Montesdeoca no tiene más referentes que ella misma y tiene claras las cosas: «Me importa tres pimientos y un perejil que me digan que tengo 61 años y que no me puedo poner equis cosa».
Pino está en la edad de hacer lo que le da la gana, y eso que considera que «las mujeres somos nuestras mejores aliadas y también nuestras peores detractoras», porque a alguna se le olvida que lo único que importa es estar a gusto con una misma. «Yo solamente quiero sentirme bien con quien soy», defendía. Pino va sobrada de razón y sabe, además, que la edad es un grado, aunque «no es la solución para todo», afirmaba. «Los años pueden pasar por ti y que sigas siendo tonta, que no hayas aprendido nada», comentaba ganándose las risas de las asistentes. «Los años no te hacen sabio. Lo que te hace sabio es salir fuera, leer, escuchar...», enumeraba.
Tampoco las canas tienen nada que ver con ser interesante. De hecho, Pino confesaba que ella se las deja porque es «una vaga y una tacaña».
Y llevarlas, junto a las arrugas, no te hace ser tampoco menos mujer. «Si éramos mujeres con diecisiete, ¿por qué ahora no lo vamos a ser?», se preguntaba. «Sigo siéndolo y encima tengo un bolso, una mochila y una maleta llenos de experiencias».
Con esa carga, una llega mucho más lejos. Igual que con la elegancia, que, para esta modelo, no es más que la dignidad. «Estoy segura de que la elegancia no es lo que te pones», reivindicaba. Por eso, ella está convencida de que «las 'influencers' tienen que mandar un mensaje que sirva para algo. No vale con enseñar la ropa que se han comprado». Pino, por ejemplo, en sus redes sociales pelea porque las mujeres «nunca se sientan obsoletas» y porque vivan cada momento como si fuera el final. «Yo no sueño con nada. Solamente quiero pasármelo bien y pagar el alquiler», bromeaba. Algo más que suficiente en la vida de una mujer que procura cuidarse. «Me doy los mimitos que creo merecer y camino con mis perros. Disfruto de esas pequeñas cosas que un día se acaban».
Porque tiene razón: un día, por cualquier razón, la vida se apaga, como ocurrió con la de su marido, que falleció el pasado mes de septiembre. «Muchas veces me enfado con él por haberse muerto», desvelaba, al tiempo que reivindicaba que «todos tenemos que pasar el luto». Porque la vida de Pino, como la de todos, también tiene espinas, aunque las suyas se pulen cuando ve a decenas de mujeres aplaudirla. Ayer lo dijo: «Cuando os veo aquí para escucharme, pienso que o soy un mono de feria o que todas estáis fatal de la cabeza». Alicia Suárez Hulton también lo tuvo claro: «Será que todas estamos mal».
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Edurne Martínez y Sara I. Belled (gráficos)
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Jon Garay
Jon Garay e Isabel Toledo
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