«Desde los dos años supe que Leo era diferente, le encantaba tumbarse boca arriba largos ratos ensimismado, parecía estar viendo una película en el techo, a veces sonreía y parecía interactuar con algo».
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Así comienza el post del blog 'Planeta Particular', de Raquel ... del Rosario en el que revela el trastorno que sufre su hijo mayor, Leo, de cinco años.
La cantante se ha sincerado por primera vez en su blog –bajo el título «El niño hada»– sobre su pequeño, diagnosticado de un Trastorno del Espectro Autista (TEA).
«Leo no dijo ni una palabra hasta casi los cuatro años. Si, ese primer 'mami' se hizo mucho de rogar. Desde los dos años supe que Leo era diferente, le encantaba tumbarse bocarriba largos ratos ensimismado, parecía estar viendo una película en el techo, a veces sonreía y parecía interactuar con algo», comienza explicando la canaria. Tras darse cuenta de que era distinto acudieron a un centro especializado donde le dijeron lo que padecía y le recomendaron que entrase en un programa de niños con TEA.
Asegura que en ese momento sintió «alivio», pues por fin su hijo recibiría el cuidado que necesitaba «y sobre todo, iba a relacionarse con niños que veían el mundo de una forma similar a cómo él lo hacía». «Al contrario de la reacción que ellos esperaban (lágrimas, negación, enfado… ), yo sentí una sensación de alivio enorme», cuenta. Gracias a la ayuda de los especialistas, el pequeño Leo ha mejorado mucho.
La cantante ha querido desmitificar los clichés que hay de este trastorno: «Cuando escuchamos la palabra 'autismo' (al igual que me pasaba a mi antes de hacer mi 'doctorado particular'), todos pensamos en niños que no se sienten cómodos con más gente, que gritan en lugares públicos porque se agobian, que se valen de la agresividad para mitigar su frustración, que hacen gestos repetitivos para calmarse, que son hipersensibles a los ruidos… Y claro, nada de esto le sucede a Leo».
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Y añade: «Y esta es la historia del niño hada, el niño que ha venido a enseñarnos que el lenguaje del amor no entiende de palabras ni de idiomas, que existen otras formas de ver y percibir el mundo».
«A veces me siento desbordada, pidiendo perdón a dos de cada tres madres en el parque porque Leo no entiende de turnos, de que los juguetes tienen dueño y las cestas de picnic también. Soportando miradas y comentarios porque simplemente parece un niño maleducado que se frustra y patalea si le dices que no puede hacer algo. Sintiendo penita de esos niños que se le acercan y le dicen 'Hola, ¿cómo te llamas? ¿jugamos juntos?', y Leo a lo suyo, como quien oye llover».
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