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Leonor, el pasado 8 de septiembre, en la que fue su primera y única visita oficial a Asturias. REUTERS

Leonor, Princesa de Asturias, cumple trece

Celebra el miércoles su cumpleaños y lo hará leyendo la Constitución en el Instituto Cervantes. Comienza así a asumir un mayor protagonismo en la Corona española. Ya tiene el Toisón de Oro, ha visitado Covadonga y todo apunta a que en 2019 pronunciará en Oviedo su primer discurso

M. F. ANTUÑA

Domingo, 28 de octubre 2018, 06:29

Trece no es una cifra cualquiera. Asociada a supersticiones varias y con su leyenda negra de la mala suerte, tiene un sinfín de lecturas de índole religioso, filosófico y, por supuesto, matemático. Para los judíos, sin ir más lejos, es la edad de la madurez, ... es el momento en que un niño deja de serlo para convertirse en miembro de pleno derecho de la comunidad. Leonor, Princesa de Asturias, primogénita de los reyes Felipe VI y Letizia, cumplirá el miércoles 13 años. Y, aunque la decisión es exclusiva de sus padres, todo indica que será con esa edad cuando por primera vez el próximo octubre entre en el Teatro Campoamor de Oviedo para presidir la ceremonia de los Premios Princesa de Asturias. Repetirá así la jugada de su padre, que con trece años dio en Oviedo su primer discurso. Claro que ella, antes de esa cita con Asturias, tendrá este miércoles otra responsabilidad que asumir: leerá la Constitución en un acto en el Instituto Cervantes. Será su primera intervención en un acto oficial.

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Todos los indicios apuntan hacia ese itinerario, que comenzó a trazarse con la concesión del Toisón de Oro en enero de este mismo año y con su primera visita oficial a Asturias, celebrada el pasado 8 de septiembre. El paso por Covadonga era, en opinión de los expertos en protocolo, el previo y obligado a su visita a Oviedo, la ciudad natal de su madre.

La hija mayor de don Felipe y doña Letizia seguramente afrontará con tino y sentido del deber su responsabilidad en Asturias y las que están por venir en el conjunto del Reino de España. Aunque sus padres han querido alejarla siempre de la presión mediática y de los focos en el ánimo de que sea una niña feliz que viva una infancia tranquila, su camino está trazado desde aquel 31 de octubre en el que fotógrafos y periodistas esperaban en la clínica Ruber de Madrid la llegada del entonces Príncipe de Asturias para narrar el natalicio de su primogénita. «Es lo más bonito que le puede ocurrir a nadie. La Princesa y yo estamos felices, radiantes. Ambas se encuentran en perfecto estado», dijo a las seis de la mañana, horas después de la cesárea a través de la que llegó al mundo, exactamente a la 1.46, la séptima nieta de los entonces Reyes, que se convertía en la segunda en la línea de sucesión al Trono tras su padre. Pesó 3,540 kilos y midió 47 centímetros y días después tuvo su primera aparición pública a las puertas de la clínica, en brazos de su madre.

A partir de ese momento, Leonor acaparó miradas. Ella estaba llamada a reinar y su bautizo, su primer cumpleaños, su primer día en el jardín de infancia, su primer día en el colegio fueron seguidos por la sociedad española, siempre atenta a cómo iba creciendo aquella niña rubia a la que, un año y medio después, le llegó una hermana, Sofía. Ambas nacieron infantas de España, pero con la abdicación del rey Juan Carlos en 2014 y la proclamación de Felipe VI, Leonor se convirtió en Princesa de Asturias.

En los veranos en Palma de Mallorca, en las misas de Pascua también en la capital balear, en actos públicos -muy pocos- como el 12 de octubre, día de la fiesta nacional, y en salidas de ocio junto a sus padres y su hermana, se la ha podido ver sonriente, tranquila, modosita, con imagen de niña buena y obediente, la misma que ha trascendido de su día a día en el colegio madrileño Santa María de los Rosales.

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La ya casi adolescente Leonor es una niña más en la clase. Va a segundo de la ESO y dicen quienes la conocen que es curiosa, aplicada y perfeccionista, que saca buenas notas, que es discreta, que adora esquiar y que nada la hace diferente del núcleo de críos con los que ha crecido. Nadie duda de que mantiene una estrechísima relación con su hermana Sofía, a la que está muy unida, y que en el ámbito doméstico recibe idéntico tratamiento que ella. En casa son iguales; aunque la pequeña sabe que es Leonor quien será Reina. Y ella también es consciente. Ha crecido sabiendo, asumiendo y entendiendo lo que está por llegar a su vida a medida que cumpla años y la coraza que su madre ha puesto sobre ella se rompa en cierta forma. El blindaje impide saber muchas cosas sobre la Princesa de Asturias, que -eso sí ha trascendido- es bilingüe (habla perfectamente español e inglés), estudia mandarín y se defiende en las tres otras lenguas oficiales del Estado español, euskera, catalán y gallego.

Su futuro está escrito. Pero solo hasta cierto punto. Porque las monarquías del siglo XXI no es que no sean como las del XIX, es que ni siquiera son como las del XX. Por eso su camino tendrá siempre algo de inédito, de adaptación a los tiempos y al medio. Por mucho que su formación deba seguir una línea similar a la de su padre y aunque esté llamada a ser capitán general de las Fuerzas Armadas, falta por saber si pasará por academias militares. Todo apunta a que así será. Tampoco se sabe aún cuál será su periplo universitario, si pasará alguna etapa en el extranjero, como también hizo su padre.

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Si su camino en el plano institucional es inédito, más lo es aún el que tendrá que vivir en el puramente personal. Ella, que está siendo educada en la religión católica, tendrá que decidir sobre sus relaciones afectivas y cómo afrontarlas, pero, a sabiendas, de que la boda, el matrimonio, es una obligación, una responsabilidad casi ineludible. Esa circunstancia la obligará a elegir a alguien capaz de asumir la representación institucional que supone ser el consorte de una monarca y de estar siempre un pasito más atrás, en segundo plano. Y no es tan fácil como parece a tenor de las quejas que otros que han pasado por ese trance han derrochado.

El tiempo dirá cómo se escribe la historia de la que está llamada a ser la próxima Reina de España. De momento, ella, aún una niña que llama a las puertas de la adolescencia, seguramente celebrará feliz los trece con sus amigos, con sus padres, con sus abuelos, con su hermana. Aún sin grandes responsabilidades en su cabeza, pero puede que ya haya empezado a pensar en que en 2019 le esperan otros deberes distintos a los del colegio. El principal, un discurso un viernes de octubre en Oviedo.

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