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Breza Cecchini y Casilda Ríu, en su finca de La Cogolla (Nava), «onde los árboles s'abracen». JOAQUÍN PAÑEDA
«Tenemos planes para varias vidas»

«Tenemos planes para varias vidas»

Casilda Ríu y Breza Cecchini, artistas y almas libres, creen que la pandemia ha centrado a quienes «no se conocían ni de vista»

AZAHARA VILLACORTA

LA COGOLLA (NAVA).

Sábado, 14 de noviembre 2020, 01:22

«Nos une la magia. Huélela. Siéntela», invita Casilda Ríu a quien traspasa las portillas de su edén en La Cogolla, un pequeño Macondo naveto con vistas a Peñamayor donde habita una casa llena de historias y antepasados que en 2006 ardió por los cuatro costados y hoy está de nuevo en obras. Allí donde esta artista desata su «hippismo» y su «hipismo». Porque ella y su hija, Breza Cecchini Ríu, nombre fundamental del arte asturiano, aman a los caballos que las rodean igual que aman la libertad.

En casa de Casilda -y cada vez más la de Breza desde que fue madre del pequeño Eduardo-, hay una hilera de árboles que se abrazan, ponis, lienzos, pinceles, guitarras y «un zafarrancho» de labores que «nunca se acaban» en una finca enorme. Así que a veces hacen «la vista gorda», porque «es mucho más importante recibir a los queridos que ponerse a lo que supuestamente hay que hacer». Hay columpios, hamacas y huertos que Casilda cuida con mimo dominados por un roble centenario que arropa a estas descendientes de la burguesía ilustrada asturiana, de la que salieron personajes como su bisabuelo, el diputado liberal Manuel Uría, su hermano, el pintor José Uría, o el historiador Juan Uría Ríu. «Unos tipos magníficos».

Presencias que las acompañan. «Cuando morimos, nuestra energía se queda aquí prendida. Yo sé cuándo mi madre manda algo, cuándo me hace guiños... Y, cuando estoy creando, también estoy mucho con mi padre», relata Casilda, que, como Breza, cree firmemente «en todos los dioses» y que en las estrellas estaba escrito que ellas fuesen madre e hija. Complementarias (Casilda es más literaria, Breza piensa de una forma más científica) y «unidas por una sensibilidad mística, esotérica, divina, fantástica, llámala como quieras», y por los muchos amigos que, a estas alturas, comparten.

«Yo me imagino películas en la cabeza», resume Casilda. «Y yo soy más práctica. La que arregla la máquina de coser cuando se estropea, una y otra vez», remata Breza, que tomó su nombre del «último monte de Nava» y que, como su madre -que un día creó el Mercáu Astur-, extraña los tiempos en los que llevaban las artesanías salidas de las entrañas de La Cogolla a vender por toda España. «Echamos de menos ir a Begur, a Ceuta... Y que nos pasen coses como equivocarnos de carretera siguiendo un azul del cielo. Tenemos unes aventures tremendes y planes para varias vidas».

A esos momentos, estas mujeres que adoran «casi todas las músicas y también el silencio», que se inventan canciones y las bailan, los llaman «buscar la sintonía, atraer la belleza», que «es lo que más sentido tiene» y «lo que les está ocurriendo a algunos humanos con esta pandemia»: que «está surgiendo un 'almismo' olvidado en las personas, en nuestras relaciones». Un mirar hacia adentro, un conócete a ti mismo de andar por casa, un 'beatus ille': «Vemos que la gente antes estaba muy excéntrica, mirando hacia afuera, mientras que ahora está más centrada. Aunque todavía hay quien no se conoce ni de vista a sí mismo. Parejas con tanto que hacer que no saben quién es el otro incluso viviendo juntos y van tropezándose por los pasillos. Gente que echa el tiempo, pero no vive el tiempo».

Así que, cuando todo esto pase, piensan seguir viajando y riéndose juntas. Pero, hasta entonces, «magia y salú, ¡que ye lo principal!».

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