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GLORIA SALGADO
MADRID.
Domingo, 7 de febrero 2021, 02:31
La historia de Leonor Greyl es una suerte de cuento de hadas contemporáneo. En la década de los 60, una joven Leonor Santos Suárez, la menor de ocho hermanos de una familia humilde, dejó su Asturias natal para labrarse un futuro en París, donde comenzó a trabajar en peluquería.
Allí, en la ciudad de la luz, el destino la llevó a conocer a quien pronto sería su marido, Jean-Marie Greyl, un ingeniero titulado en farmacia galénica y apasionado de la botánica que ayudó a la asturiana a desarrollar una línea de productos capilares basados en ingredientes naturales para su propio salón, que fundó en 1968 en la Place de la Trinité.
Leonor no se limitaba a poner guapas a sus clientas. Para ella, era primordial cuidar el cabello y el cuero cabelludo de sus fieles. Así, y también en el año 68, creó el primer producto de la marca: el popular aceite Huile de Germe de Blé, con extracto de germen de trigo -que tiene propiedades revitalizantes- y vitaminas A, E y F. Proponer un aceite para limpiar y reparar el pelo graso se consideró una auténtica locura, pero el tiempo le dio la razón: el aceite tiene mayor afinidad con los lípidos capilares y reequilibra el cuero cabelludo, incluidos los más grasos. Había nacido el concepto de «cabello sano y glamuroso usando productos naturales». Tal fue su éxito que su salón se quedó pequeño en poco tiempo. Su siguiente parada fue en la Rue Tronchet, a pocos pasos de la Madeleine, donde aún hoy sigue el Instituto Leonor Greyl. Y todavía hoy, más que nunca, apuesta al 100% por tratamientos altamente eficaces respetuosos con el medio ambiente a base activos naturales.
La pareja también fue pionera en la creación, en 1982, del primer champú específico para cabellos con permanente, una gran tendencia en ese momento. Jean-Marie Greyl buscó una solución para lavar suavemente el cabello, conservando la apariencia de los rizos, y evitar el daño causado al cabello. La respuesta fue la savia de plátano para crear definición y forma, que combinó con proteínas vegetales para proteger y fortalecer el cabello. Y siguió con el primer anticaspa de uso diario. La idea de incluir propóleo en un champú se le ocurrió al señor Greyl en 1994 después de un viaje familiar a Egipto, donde descubrieron que se utilizaba para conservar las momias gracias a sus increíbles propiedades antibacterianas. Se necesitaron diez años de investigación para conseguir esta fórmula original que trataba suavemente el cuero cabelludo.
También un viaje fue la inspiración para uno de sus productos más famosos, el aceite Huile de Palme, que en 2013 se transformó en L'Huile de Leonor Greyl. La idea le vino al matrimonio Greyl en unas vacaciones tropicales, cuando, entre largos días sofocantes, les sorprendió un intenso chaparrón. Fue Leonor quien quedó sorprendida al ver que las hojas de palma estaban verdes y espectaculares a pesar del calor.
Hoy en día, Leonor Greyl sigue siendo una empresa familiar con la hija del matrimonio, Caroline Greyl, al frente. Titulada en Comercio Internacional, ha internacionalizado la marca, presente en 450 peluquerías, en un centenar de grandes almacenes -entre ellos, Harrods- y en perfumerías en más de cuarenta países de todo el mundo.
Siguiendo los pasos de su madre, Caroline no está sola en el negocio, que lleva vigente más de cinco décadas. Tomó el relevo junto a su marido, un químico estadounidense de profesión que, al igual que su ya fallecido progenitor, es un apasionado de las plantas. A su denominada cosmética limpia no se resisten celebridades de la talla de Meghan Markle, Kim Kardashian, Madonna, Julianne Moore, Kate Upton, Jessica Alba, Natalia Vodianova, Nicole Kidman o Drew Barrymore.
Los botes y envases de Leonor Greyl están fabricados con PET, uno de los cinco materiales reciclados por la empresa francesa de reciclado Eco Emballage. Además, la firma ya dejóde producir bolsas de plástico en el año 2015 y las reemplazó por bolsas de papel ecológicas. Su reciente asociación con 'La Collecte du Coiffeur' (una organización que promueve el cuidado del medioambiente en la industria de la peluquería) está en consonancia con este compromiso, ya que algunos envases especialmente contaminantes (como los tubos de tinte y los aerosoles) podrían eliminarse de acuerdo con los actuales estándares ambientales.
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