Gucci deja a la pareja más feliz

La firma italiana prescinde de su presidente y de la directora creativa por el descenso de ventas. De nada les ha servido «amar a la empresa como si fuera nuestra»

LUIS GÓMEZ

Domingo, 21 de diciembre 2014, 01:22

Se conocieron y enamoraron en Gucci. Y por amor (y los malos resultados económicos) abandonan ahora juntos la compañía italiana. Mantuvieron en secreto su romance hasta que, muy a su pesar, no les quedó más remedio que oficializarlo. A la empresa no le hizo ninguna gracia al principio, pero terminó bendiciendo el idilio porque, al fin y al cabo, Patrizio di Marco, presidente, y Frida Giannini (Roma, 1972), directora creativa, fueron los artífices de la resurrección de una firma que andaba por los suelos en los noventa. Él engrasó la maquinaria económica y ella la despojó de toda la caspa que había acumulado en sus años de decadencia, cuando pasó de mano en mano como una vulgar franquicia.

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Di Marco y Giannini, padres de la pequeña Greta, fueron el tándem perfecto. La envidia de la moda. La pareja ideal. El ejecutivo generó una lluvia de millones y su pareja sentimental completó la reinvención estilística iniciada por el tejano Tom Ford. Recuperó la quintaesencia del lujo de los años setenta y sedujo a un ejército de 'celebrities': Madonna, Beyoncé, Blake Lively, Rihanna, Sienna Miller... Consiguió lo inimaginable al convertir a Carlota Casiraghi en embajadora y asalariada de superlujo de la casa, además de recuperar el mejor orgullo del 'made in Italy'. No solo eso. Gucci arrinconó como emblema de la alfombra roja a Versace y Cavalli, que le habían comido la tostada en el campo del atrevimiento, con vestidos de noche llenos de aberturas, lentejuelas, encajes y transparencias.

La pareja se compenetró en los despachos y en la intimidad. «Al estar tan enamorada de tu profesión, nunca paras. Siempre tienes algo que discutir, incluso durante una cena o el fin de semana. Es bueno para la empresa, porque se aceleran algunas tareas, y, al mismo tiempo, es duro para la pareja. Pero, de momento, todo va de maravilla», confesó el pasado verano a la revista 'Elle'. Su posición es similar a la de los gerifaltes de Prada, con el matrimonio Miuccia Prada y Patrizio Bertelli repartiéndose los papeles. Sin embargo, han bastado los primeros resultados adversos para que Gucci les haya mandado a la calle. No ha sido una sorpresa. El despido se veía venir. La pasada primavera ya se rumoreó que estaban más fuera que dentro de la compañía. Frida, sin demasiada convicción, salió al paso de las habladurías para desmentir lo que era un secreto a voces. «Estos rumores no tienen fundamento y comprometen a François Pinault (presidente del holding que controla Gucci). Él estaba en Roma y me dijo que no era cierto. Estaba de hecho preocupado porque los rumores no me dejaran trabajar con serenidad», admitió. La cifra de negocios cayó el año pasado un 2,1%, hasta los 3.560 millones de euros. Suficiente para que la familia Pinault, propietaria de la compañía, pegara un golpe en la mesa y planificara una nueva estrategia.

Giannini y Di Marco dejarán sus cargos de forma gradual. El todavía presidente será el primero en irse. Lo hará el 1 de enero tras seis años en el cargo. Ya tiene sustituto. Será reemplazado por otro Marco (Bizzarri), hombre fuerte de la casa con experiencia en dos marcas del grupo: Bottega Veneta y Stella McCartney. Nada se sabe, sin embargo, de quién tomará el relevo a quien ha sido en los últimos diez años una de las mujeres más poderosas de esta industria, aunque suenan los nombres de Riccardo Tisci, actual director artístico de Givenchy, y Joseph Altuzarra. Giannini, que presentará su último desfile el 25 de febrero, entró en Gucci en 2002 y desde entonces ha sido la mujer que podía con todo. Antes de suplir a Alessandra Facchinetti, llevó la línea de complementos. Un auténtico fenómeno de ventas. Marcó cifras de récord, con crecimientos anuales cercanos al 20%, y superó incluso la gloriosa etapa de Ford.

Nunca se sintió incómoda en una industria dominada por los hombres. «Esto me ha pasado desde que estudiaba diseño, pero jamás me sentí mal ni acomplejada por ser mujer. Cuando eres una persona organizada, con talento y algo que decir, y crees firmemente en lo que haces, entonces no importa si eres un hombre o una mujer». Frida no se parece en nada a su compañero. Es muy organizada e intenta hacerlo «todo a tiempo». Suele estar preparada «diez minutos antes de las reuniones». Todo lo contrario que Patrizio, que «siempre llega tarde» a todos los sitios. Menos el 10 de octubre de 2008, cuando se conocieron y a él le acababan de nombrar director ejecutivo de Gucci. «Probablemente es la única vez que ha sido puntual en su vida», matiza Frida. «Nos reunimos en mi oficina de Florencia. Me asomé por la ventana y lo pillé fumando en la plaza. Empezamos la charla de una forma apasionada y una reunión que iba a durar un par de horas se alargó a seis. Los dos somos así y amamos esta empresa como si fuera nuestra».

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De bien poco les ha servido. Gucci se los ha quitado de en medio en cuanto han aflojado el ritmo de ventas. No hay negocio más injusto y que antes olvide los logros que la moda. En los últimos tiempos a Frida, una apasionada de la música disco y coleccionista de vinilos, le sonaron los oídos con críticas tibias a sus colecciones. Ella tiró para adelante porque va en su carácter. «Soy positiva y alegre, aunque en ocasiones siento presión y una gran responsabilidad sobre mis hombros», admite esta apasionada de los tacones a la que Di Marco define como «la romana más alemana» que ha conocido en su vida. «Me considero disciplinada, pero con cierta locura». Le encanta la filosofía que encierra el mundo de la 'jet set'. «No acudo a fiestas cada noche ni estoy siempre a bordo de un barco, pero me seduce la idea de una escapada mediterránea o de unas vacaciones en el Caribe en Navidad».

Se lo ha ganado con creces. Ha disparado la venta de accesorios, bolsos, zapatos y pañuelos especialmente, pero también ha sacado tiempo para mostrar su perfil más social con su apoyo a todo tipo de causas benéficas, centradas en el ámbito de la educación, la salud y los derechos de las mujeres de países subdesarrollados. «La vida es un efecto búmeran. Si das, recibes», confiesa esta diseñadora que adora montar a caballo, cocinar en casa para sus amigos y disfrutar de buenas tertulias. A partir de ahora tendrá más tiempo para dedicarse a los fogones porque la moda no se casa con nadie. Ni con esta pareja que se las prometía tan felices.

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