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JOSÉ A. GONZÁLEZ
MADRID.
Lunes, 15 de febrero 2021, 02:02
Bajo su sombrero y con aspecto de mago, Daniel Orviz (Sotrondio, Asturias, 1976) se presenta cada lunes en La2 con 'Deslenguados'. No es un mago, pero sí un virtuoso del lenguaje y la palabra. Campeón del mundo de poetry slam, poesía oral que nació en ... Chicago (Estados Unidos) en los años ochenta y que en tan solo tres minutos engancha con sus rimas a propios y extraños. Tras arrasar en 2020 en los escenarios de París, la televisión se ha cruzado en su camino donde la palabra es lo esencial en este programa cultural.
-Es curioso que en 'Deslenguados' se ponga el foco en la palabra, porque en la televisión la imagen es esencial.
-Sí, pero la televisión es audiovisual. La imagen y la palabra lo cubren. Lo visual es una forma de hacerlo más atractivo y hacerlo más dinámico. Se complementan bien con la palabra.
-Entonces, ¿cómo definiría 'Deslenguados'?
-Es un programa hecho por y para gente que le apasiona la comunicación y el lenguaje como herramienta para comunicarse. Un instrumento para relacionarse con las personas y, también, con el mundo.
-¿Y de dónde le viene ese interés?
-Empecé por la lectura. También, lo oral me gustó desde niño. Me interesan mucho los juegos de palabras, los refranes y esa poesía popular que se transmite. A medida que voy creciendo, por vocación, invierto tiempo en crear mis cosas. Un día cierro los ojos, los abro y me encuentro presentando un programa de televisión. Ha sido de sorpresa.
-¿Cómo fue esa sorpresa?
-El programa lo llevaban desarrollando durante un tiempo, pero les faltaba una figura de presentador que les aportara un estilo concreto. Tenían una definición, pero no a la persona. En ese espacio, yo gané el campeonato mundial de poetry slam y salí en un artículo contando lo que hacía. Nos reunimos, vi el proyecto y encajó. Ambas partes, creo, estamos contentos.
-¿Habrá segunda parte?
-Eso depende de los altos poderes de la televisión. Estamos contentísimos y queremos que haya segunda temporada. Estaríamos encantados.
-¿Qué se le ha quedado en el tintero del programa?
-Se han quedado muchas cosas, había una que era lúdica y me gustaba mucho. Por ejemplo, contar el juego con el lenguaje, cómo te hace participar y sorprender. Se nos quedó fuera. También, teníamos otra como calle. Con ella queríamos, precisamente, ver cómo el lenguaje se configura con el barrio donde vivimos. Pero, también, se quedó fuera.
-Además invitan a personas relevantes. ¿A quién le gustaría invitar?
-Bufff...
-¿Pérez-Reverte?
-Pues tampoco tendría mucho problema, ¡eh! Al final cada persona aporta una visión diferente. Pero invitaría a Joaquín Sabina, que encajaría perfectamente. Es capaz de lo mejor y de lo peor. Es una figura completísima.
-Le voy a poner un reto, ¿qué palabra definiría a Sabina?
-Voy a elegir una que da lugar a la confusión: le podría poner 'dios'. Pero no referido al dios cristiano, que es un dios perfecto, sino referido a un dios más tirado a lo antiguo. Un dios que con el gran poder que tiene es capaz de tener el mal y el bien. Eso es lo que le hace más profundo.
-En un vídeo de YouTube habla de 'vierda', una contracción de 'vida de mierda'. Este 2020, ¿lo podríamos calificar como 'añerda'?
-(Risas) ¿'Añerda'? No soy tan tajante, sé que ha tenido muchas cosas malas, pero ha sido un año intenso y se puede aprender mucho. Luego está que lo apliquemos. 2020 nos ha dado muchas oportunidades para reflexionar en lo que somos tanto individual como socialmente.
-¿Y qué 'palabro' le pondría?
-Uf, sería como 'añodóntico'. Creo que ha sido como si se hubiesen concentrado muchos años en éste. Curiosamente, ahora se cumple un año desde que la vida comenzó a ponerse realmente seria y, claro, miras atrás y parece que ha pasado una década.
-Volviendo a 'Deslenguados', ¿cree que se le da hueco a la cultura en la televisión?
-Tengo constancia de que hay ganas de buscarle hueco en las parrillas. Esto está presente en todas las cadenas. Sí es verdad que un nuevo proyecto siempre se enfrenta a la dictadura de las audiencias, que no dejan que los programas encuentren su poso.
-¿Con internet y las redes sociales se está perdiendo la riqueza de nuestra lengua?
-Es una manera de verlo que, quizá, puede ser simplista. Por eso no me gusta decir que sí. La verdad es que no son solo las redes, sino la velocidad a la que nos lleva la sociedad. Si el lenguaje se hace atractivo, el hecho de hablar correctamente puede ser apasionante para el mundo. Vivimos acelerados, pero siempre hay hueco para la buena comunicación.
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