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Henar Álvarez (Madrid, 1984) tiene las cosas muy claras y las dice tal y como las piensa. Esa firmeza en sus palabras hace que tenga una legión de admiradores y un puñado de 'haters' que la avasallan sin piedad en las redes sociales y, a ... veces, hasta la hacen flaquear. Desde el año 2018, esta humorista forma parte del programa de radio 'Buenismo bien' -con Quique Peinado y Manuel Burque-, un espacio en las ondas que ahora también arrasa por los teatros españoles, gracias a su espectáculo 'Buenismo Bien Show'. El viernes 10 de junio estarán en el Teatro de la Laboral, a las 21 horas.
-¿Cómo es cambiar el estudio de radio por un escenario rodeado de público?
-Es lo mejor del mundo porque tenemos un público que mola muchísimo. Es una gran suerte actuar para gente que ya nos ha comprado y que ya nos quieren de antemano. Allá donde vamos, la gente se lo pasa increíble y nosotros salimos con una sensación total de bienestar que es muy guay.
-¿Qué significa para usted el buenismo?
-El buenismo es querer hacer las cosas bien, con humanidad. Es un término que ha sido muy denostado y que lo han usado con una carga peyorativa, pero nosotros no entendemos por qué está mal visto querer ser una mejor persona cada día. Es verdad que, a lo largo del programa, (ya llevamos cinco años), ha ido evolucionando mucho y ya somos más de 'malismo' mal.
-Anuncian su espectáculo como un espacio de confesiones, políticos corruptos y divas del pop, ¿son esos los pilares sobre los que se sustenta nuestra realidad?
-Son los pilares de nuestro programa, desde luego. Siempre decimos lo mismo de nuestro espectáculo: es un 'show' para rojos y feminazis. No queremos engañar a nadie y no hay ni un ápice de ironía en esa frase que acabo de decir. Si no eres ni rojo ni feminazi, no vengas, porque ya te adelanto que no te lo vas a pasar bien.
-¿Esa manera suya de ponerle humor a la política es la única forma de soportarla?
-Hace falta ponerle humor a todo para poder soportarlo: a la política, a la vida, al trabajo... Si no, sería dificilísimo vivir y estaríamos todos con unas ganas tremendas de tirarnos por la ventana porque la vida aprieta muchísimo. Pero sí, a decir verdad, a la política le hace falta especialmente el humor, sobre todo, en el momento en el que nos encontramos. Está todo sacado de quicio y la política es más un circo que otra cosa, la gente quiere gobernar para Twitter. Hay una batalla campal bastante dura en las redes sociales y, por eso, a nosotros nos gusta reírnos de todo y de todos los que hacen que nuestra vida sea últimamente un poco peor.
-Usted que nunca se calla sus opiniones, ¿nunca se ha planteado que no le compensa decirlas?
-Todos los días lo pienso. Hace poco, se hizo viral un vídeo mío hablando de una política y lo pasé fatal. Primero, me llegan siempre los mensajes de la gente que me aprecia y que lo comparte porque está de acuerdo y luego viene el chaparrón de mierda, con todos los que andan deseándome violaciones grupales. Me da mucha ansiedad y, por eso, en el Twitter del programa, no ponen nunca vídeos míos. En esa última ocasión, fui escribiendo a toda la gente que había compartido mi vídeo para apoyarme, dándoles las gracias y pidiéndoles que lo borraran porque no podía soportarlo, me generaba mucha ansiedad. Pero, al final, fue como un campo de setas y el vídeo estaba en todas partes.
-Cuando recibe esos mensajes tan duros, ¿pierde la esperanza en el futuro o en los más jóvenes?
-No, al revés. Lo que creo es que hay cosas que escuecen porque ya las estamos por fin curando. Yo ahora veo niñas de quince o dieciséis años que son feministas, que han leído y que tienen las cosas muy claras. Mis compañeras de clase, a esa edad, lo que querían era casarse y tener hijos y eso, de aquella, no chocaba porque era lo normal. Creo que hemos avanzando muchísimo y que, cuando hay una parte de la sociedad que está intentando cambiar las cosas, es normal que se note que otra parte de la sociedad no quiera que eso suceda.
-¿Recuerda cuándo tomó conciencia del feminismo y se dio cuenta de que usted era feminista?
-Yo creo que siempre tuve una pequeña conciencia del feminismo porque me daba cuenta de que mi abuela me decía a mí que pusiera la mesa y no a mis primos. En navidades, también recuerdo que eran ellas las que lo preparaban todo y yo veía a los hombres, mientras tanto, viendo la televisión. Pero fue en 2017 o 2018, durante la explosión feminista y el 'me too', cuando empecé a leer al respecto y vi que muchas de las cosas que a mí me habían chirriado siempre tenían nombre.
-Ser mujer humorista ¿hace que la miren mucho más con lupa?
-Yo creo que me miran más con lupa porque soy mujer, simplemente, da igual que sea humorista.
-Pero hasta hace muy poco apenas se veían mujeres humoristas.
-Es verdad, pero después de lo que ha pasado con fenómenos como 'Estirando el chicle' -que está arrasando y que va a llenar el Wizink Center de Madrid en septiembre- y lo que está ocurriendo con todas las compañeras que tengo, que están llenando teatros y actuando para muchísima gente, creo que quien no quiera ver que las mujeres valen como humoristas, se lo tiene que hacer mirar muy seriamente, pero ya.
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