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Miércoles, 18 de noviembre 2020, 11:56
Ana Obregón rompe su silencio seis meses después de la muerte de su hijo Álex Lequio. Lo hace en la revista ¡Hola! y varios días después de anunciar su regreso a la televisión en las próximas campanadas junto a Anne Igartiburu. La ... popular actriz narra en persona el drama por el que pasó y del que aún se está recuperando: «Ya no me quiero ir porque quiero hacer cosas que Álex quería hacer y no pudo terminar. Quiero seguir su legado».
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La actriz agradece en la entrevista el apoyo recibido por su familia, pero en especial el de Alessandro Lequio, padre de Álex y con el que guarda una estrecha relación. «Siempre le dije la verdad, menos al final; él ya tampoco preguntaba. Los últimos meses fueron de una crueldad que no se puede explicar», cuenta Ana como vivió junto a su hijo los últimos momentos de su vida.
Reconoce que ha pensado varias veces en irse pero ahora, poco a poco, se está recomponiendo: «No te voy a mentir, lo he pensado hacer. Me quería ir. No podía soportar el dolor ni la realidad y lo he estado pensando durante dos o tres meses».
Ha necesitado varios meses para sobreponerse a la muerte de su Álex y encontrar las fuerzas para seguir luchando. «Los primeros cuatro meses estaba muerta por dentro. Aunque he estado en Mallorca, no he salido de mi casa. Los tres primeros meses casi no podía ni salir de la cama», dice. Entre otras cosas, se valió del yoga y la meditación, además de la familia, para afrontar la pérdida.
Y prosigue: «Ya hace seis meses que ni me arreglo ni me peino, me cuesta hasta ducharme cada día. Pero, cuando estaba con él, yo me maquillaba, me ponía de punta en blanco cada vez, para que me viera bien, para que me viera guapa». Tampoco ha tenido fuerzas para hacer nada relacionado con su testamento: «Menos mal que lo han prolongado seis meses. Es que no tengo fuerzas... Me piden certificado de defunción... ¡Cómo voy a hacer eso!».
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Ana Obregón va todos los días al cementario a visitar a su hijo: «En ese lugar yo me siento y medito y encuentro que él, aunque no esté, está más cerca, y eso me consuela». «Su ausencia y su silencio es algo que me desgarra por dentro. Mi reloj interno se ha parado. Cómo es posible que la gente siga viviendo. Me extraña y me asombra que el resto de la gente siga como si nada hubiera pasado», dice a la vez que asegura que «perder a un hijo es morir y tener la obligación de vivir».
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