Una jovencísima Paula Echevarría, en Candás.

Candás no pierde la esperanza

La localidad natal de Paula Echevarría vive en shock tras conocer su crisis matrimonial, pero confía en que la cosa tenga solución. Sea como sea, sus paisanos la esperan con los brazos abiertos esta Semana Santa

A. VILLACORTA

Martes, 11 de abril 2017, 17:40

La pareja de España atraviesas una crisis de unas dimensiones tan siderales que hasta Bertín Osborne y el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, han mostrado su profundo pesar (su homólogo Javier Fernández aún no se ha pronunciado) y Candás, localidad natal de Paula Echevarría, vive en estado de shock desde que saltase la noticia bomba. Así que el minuto y resultado del matrimonio de la actriz con David Bustamante (en plena gira, ironías del destino, titulada 'Amor de los dos') copa buena parte de las conversaciones en los corrillos. Tertulias como la que organizan en una confitería Amparo Marino, Ana María Fonseca y sus amigas, que resumen el sentir general a la perfección para EL COMERCIO mientras que el dueño del establecimiento bromea con ellas: «Mira que vos avisé ayer de que vinieseis arreglaes y de peluquería que pagaba yo. Y vosotres, nada». Porque, de repente, la capital de Carreño se ha convertido en un peregrinaje de periodistas ansiosos de saber hasta el último detalle de la vida y milagros de la 'influencer'. Y más que van a llegar, «en plan avalancha», si cumple su amenaza de pasar la Semana Santa en casa, descansando de tanta presión. «No voy allí desde Navidades y Daniella se muere de ganas de estar con sus primas», dijo esta semana en la presentación de su perfume Sensuelle antes de desaparecer al borde de las lágrimas.

Publicidad

«Fue una sorpresa para todo el mundo porque tanto ella como él son majísimos y muy sociables. Una pareja completísima, ideal», empieza Amparo Marino, que cree que todo «es una pena» porque «son dos personas que nunca se subieron a la parra. Y la prueba es que se hacen fotos con todo el mundo que se lo pide. Con los críos y con todos. Además de que ella es una belleza y tiene un estilazo con cualquier cosa que se ponga».

Su íntima Ana María Fonseca, ante un café con pastas, le da la razón, claro: «La familia de Paula es de aquí de toda la vida y son muy queridos, así que no podemos decir nada malo de ellos». Y una tercera vecina, que prefiere mantenerse en el anonimato porque efectivamente no ha pasado por la peluquería, tercia: «Todos tenemos hijos e hijas separados, divorciados y de todo». O lo que viene a ser lo mismo: el que esté libre de pecado conyugal que tire la primera piedra.

Esa es la tesis que apoya también, a escasos metros, el frutero Jesús Crespo, que sentencia: «No va a ser ni la primera ni la última pareja que se divorcia. A ver si solo se van a separar los pobres». Hasta que una de sus clientas pone la voz discordante en todo este cuento de hadas a la vera del Cantábrico con bodorrio en Covadonga ante 300 invitados incluido. «Yo es que ni como ni duermo desde que me enteré», ironiza. Y termina espetando: «Paso del tema olímpicamente. Como si no tuviese otra cosa mejor que hacer, vamos». Pero ya decimos que es la excepción, porque en Candás se ha instalado un muro de contención que muchas veces se topa con el silencio ante el intruso por respuesta y que promete proteger a su paisana en tiempos de galerna.

Lo expresa mejor que nadie José Ramón Pola, al frente del Llagar de Pola, la sidrería donde suelen parar el 'triunfito' y la 'influencer' durante sus vacaciones: «Son muy diferentes. Él llega y se mete hasta en la cocina a preparar cualquier cosa, mientras que ella es mucho más tranquila, pero en casa de cada uno solo sabe cada uno lo que pasa y bastante agobiados están ya. Pueden tener una crisis como tienen todos los matrimonios y que luego todo vuelva a la normalidad, porque nos gustaría que fueran muy felices. Son buena gente, se quieren mucho y estamos hablando de algo que todavía no ha sucedido».

Publicidad

Esa es la esperanza compartida por todo un pueblo y quizá también por la prota de una historia de amor que, de momento, ni confirma ni desmiente más allá del «pasan cosas en mi casa». Pero, por si la ruptura arrecia, ya hay quien, como el kiosquero Jorge Isidro, ve clarísimo el negocio: «No me queda ni una revista. Y más que se van a vender».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad