Jessica M. Puga
Viernes, 24 de febrero 2017, 23:59
De afición, vocación y sueños cumplidos y por cumplir habló José Ortega Cano (Cartagena, 1953) este viernes en Gijón, adonde acudió para participar en el IV Encuentro Taurino de Invierno organizado por el Hotel Tryp Rey Pelayo y recoger, asimismo, el galardón que aplaude su larga trayectoria profesional. «Soy torero», se presentó el diestro, antes de meterse en faena y contar cómo llegó a la profesión y analizar el actual estado de salud de la fiesta. «Aunque, de no haberlo logrado, habría sido bailarín», indicó el maestro. «O payaso, aunque eso ya lo soy un poco», bromeó, y confesó que «el mundo circense le apasiona» y que, a veces, se pinta la cara e imita a Chaplin.
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El Ortega Cano bromista y confidente compartió secretos con el público asistente al acto, y también reveló cómo ha conseguido pisar muchas de las plazas más importantes del mundo. «Yo no vengo de familia torera, pero mis padres tenían una grandísima afición», explicó el diestro. Él, murciano, y ella, almeriense, fueron quienes le llevaron una tarde a Las Ventas cuando «tenía 9 o 10 años» y en las plazas aún no podían entrar menores de edad. Él lo consiguió y disfrutó de una tarde «magnífica» que le marcó, «porque los tres toreros del cartel Antonio Ordóñez, Antonio Bienvenida y Fermín Murillo salieron a hombros.
También al salir aquel joven de la plaza supo que lo suyo era el toreo. «Yo jugaba a imitar a mis ídolos, cogía una servilleta y también practicaba con mi perro», rememoró el diestro murciano, que ha pasado buena parte de su vida en Madrid. «Antes se jugaba más a ser torero, pero ahora también hay quien lo hace», advirtió Ortega Cano, quien señaló entonces lo que él considera uno de los grandes fallos de los profesionales dedicados a esta fiesta hoy en día: «Hemos abandonado a los jóvenes». Yse echó también la culpa de no saber atraer al público ni de ponerles las cosas fáciles a quienes quieren tomar la alternativa. Si bien se mostró optimista en cuanto al futuro.
Empeño fue lo que le puso él para conseguir su sueño, incluso afrontando la opinión de su familia. «Cuando se lo conté, se rieron de mí porque yo era muy miedoso y flaquito, además», incidió el diestro. Pero no le importó y aprendió que «el verdadero valor es la superación de los miedos». También que el empeño no basta cuando los años vienen difíciles. «Todas las profesiones son duras. Tengo dos sobrinos biólogos y, pese a la carrera, ahora están en paro», criticó el diestro la situación, igual que hacía entre los años 1974 y 1984, cuando«las corridas eran muy duras y escasas». «Toreaba y los días libres iba a trabajar a la tienda de mis padres. Vendí melones y estoy muy orgulloso porque es lo que soy, provengo de una familia humilde. No estudié, pero tengo más carrera que muchos otros», defendió, ante los aplausos de los asistentes. Para ser sinceros, no de todos:un pequeño grupo de antitaurinos presenció la charla, carteles en ristre, criticando la fiesta sin apenas palabras.
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