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maría dolores tortosa
Miércoles, 16 de marzo 2016, 03:44
El palacio de las Dueñas de Sevilla abre mañana sus puertas al público bajo el influjo de Cayetana de Alba, su moradora más famosa, y el poeta Antonio Machado, que nació allí, si bien es el espíritu de la duquesa el que lo impregna todo. Dueñas era su retiro más querido, su refugio. Allí se casó con Alfonso Díez, su último marido, y celebró el banquete de su primera boda («la más cara de la historia», según los cronistas) con Luis Martínez de Irujo tras la ceremonia en la Catedral. Y también lo preparó todo para morir en ese lugar. El 20 de noviembre de 2014 Cayetana Fitz-James Stuart falleció en su alcoba sevillana dejando atrás una vida de 88 años intensa y rebelde, que la hizo popular y cercana pese a sus 14 grandezas de España. Buena parte de esta popularidad le vino de sus días en Las Dueñas: su pasión por el flamenco, por los toros y toreros, una vida de glamur y farándula, de veladas nocturnas con artistas y jefes de Estado. A ella le gustaba recibir en Las Dueñas. Por este palacio renacentista de reminiscencias moriscas pasaron Jacqueline Kennedy, Rainiero y Grace de Mónaco, el pianista Rubinstein, el fotógrafo Richard Avedon que la retrató bailando flamenco para Harpers Bazzar en 1959, cantantes, actores, políticos...
En vida de Cayetana se habló de abrir el palacio a los turistas, pero nunca lo hizo. Ahora su hijo, Carlos Fitz-James, 19º duque de Alba, ha dado el paso y la oportunidad de asomarse a sus hermosos jardines, patios y estancias decoradas por su madre. El recorrido es también un paseo por los cinco siglos de historia de un ejemplo de la arquitectura nobiliaria sevillana.
Para quien no conoce las callejuelas de la capital andaluza resulta difícil encontrar el retiro favorito de Cayetana. En una escondida plazoleta del centro histórico se levanta un tapia que parece la de una rica hacienda rural de la campiña sevillana. La portada, con un gran escudo de la familia Alba en azulejos trianeros, da paso a un jardín de naranjos desde el que tampoco se adivina lo que espera al visitante. Porque Las Dueñas no es un palacio urbano al uso. Es un conjunto de edificios, patios y jardines repartidos en una superficie de casi una hectárea. La construcción principal se levantó entre finales del XV y primeros del XVI, explica Álvaro Romero Sánchez-Arjona, historiador de la Casa de Alba. Aunque la iniciativa fue de la familia Pineda, pronto pasó a propiedad de Catalina de Ribera, en 1483. A manos de la Casa de Alba llegó a principios del siglo XVII por el matrimonio entre Antonia Enríquez de Ribera, marquesa de Villanueva del Río, y Fernando Álvarez de Toledo y Mendoza, 4º duque de Alba.
La visita va por libre. «Habrá quien busque la historia, quien se sienta atraído por donde vivió Cayetana, o quien simplemente se traiga un libro para sentarse a leer en el rincón de uno de sus jardines», comenta Ricardo Gascó, el gerente de la empresa que gestiona las visitas. El recorrido sugerido comienza en el patio de la entrada y continúa en las caballerizas, donde luce una silla de montar de Eugenia de Montijo, la emperatriz francesa (era esposa de Napoleón III) de origen granadino. Porque por Dueñas pasó la Realeza europea del último siglo: Alfonso XIII, Victoria Eugenia, Jorge VI, padre de Isabel II, sus tíos Eduardo VIII y Wallis Simpson, Juan Carlos I y Sofía... un albergue de monarquías que, paradójicamente, fue declarado monumento nacional en 1931 por un gobierno de la II República.
Si las paredes del palacio hablaran podrían contar cómo Cayetana de Alba y su primer marido, padre del actual duque, trataron de mediar entre Jackie Kennedy y Grace Kelly cuando ambas coincidieron en la Feria de Abril de 1966. La viuda de América era huésped de Las Dueñas y los duques invitaron a Rainiero y Grace a una cena para que hicieran las paces, rotas, decían las crónicas, porque los de Mónaco, amigos de la familia presidencial, se fueron de fiesta el día que mataron a John Kennedy.
Jackie Kennedy se marchó más calmada. Tal vez obraron efectos balsámicos en ella sus paseos por los jardines de buganvillas, esculturas romanas y limoneros. Adoraba sentarse en el cenador bajo la protección de un espléndido almez. «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero». Los versos de Antonio Machado evocan el mismo espacio. El poeta nació en 1875 en una de las modestas residencias que dan a este jardín y que recuerda, apunta Álvaro Romero, que Las Dueñas era en el siglo XIX un conjunto de casas de vecinos, administradas para los Alba por el padre de Machado.
La relación del palacio con el poeta forma parte del itinerario y su nombre aparece en los azulejos de la fachada y el patio principal. Es precisamente en este patio de azulejos, de frescos, de columnas de mármol italiano y yeserías mudéjares donde se empieza a atisbar la belleza de Las Dueñas, que continúa en los artesonados mudéjares de las salas nobles que albergan los tesoros más personales y queridos de Cayetana, como un traje de luces turquesa y oro, regalo de Curro Romero. Muy cerca la capilla gótico mudéjar de su tercera y última boda, con Alfonso Díez, en 2011 y más allá, un saloncito acoge un coqueto tablao en el que la duquesa daba aire a su pasión por el flamenco de la mano del bailaor Enrique El Cojo. Es su rincón más personal y hay también una bandera de su adorado Betis.
En el recorrido también se muestra el imponente patrimonio artístico de la familia: obras de Lucas Giordano, Annibale Carraci, de Ribera... La visita acaba ante las escaleras que conducen a la segunda planta, vedada para los extraños porque es la vivienda del duque Carlos cuando visita Sevilla. Una reprime la curiosidad. Al salir del palacio, una docena de sevillanas preguntan casi con la misma curiosidad. «¿Se puede visitar la casa de la duquesa?». Sí, ya a partir de mañana.
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