Bibiana Fernández vende su casa para pagar al fisco

Corría el año ochenta cuando Bibiana Fernández -entonces una morena explosiva conocida como Bibi Andersen- clamaba ayuda en los micrófonos de Aplauso, asida a un poste, con la ropa hecha jirones. 36 años después del naufragio, se diría que la actriz se encuentra en óptimas condiciones para reeditar aquel Sálvame. La artista de origen marroquí acaba de hacer pública la delicada situación que atraviesa con el fisco y, aunque no ha revelado la cantidad que adeuda a Hacienda, anuncia que se ha visto obligada a poner en venta su lujoso apartamento, en un edificio noble de Madrid cuyo portal fue decorado por César Manrique.

«Estaré a gusto allí donde esté», se conjura la escultural intérprete, que busca un piso de alquiler más modesto. Nada que ver con la cinematográfica casa en la que reside y cuyas puertas abrió en su día para mostrarla de arriba a abajo a una revista de estilo y arquitectura que se refirió a su dueña como «excesiva en gustos» y «compradora compulsiva», y a su morada como «escenográfica». Muebles vintage de al menos cinco décadas, alfombras egipcias y leopardos de porcelana que ya no puede mantener.

Andersen parece que seguir así la triste estela de otras musas de Pedro Almodóvar que también han sucumbido a la crisis. Como Rossy de Palma, que se vio obligada a participar en la edición gala de Mira quién baila por un bache económico, o Loles León, quien admitió haber puesto un anuncio en Facebook para ofrecerse a directores noveles que quisieran contar con ella en sus películas.