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Antonia Dell’Atte, en un desfile de Armani, el pasado septiembre.
Fin del «disparate» Dell’Atte

Fin del «disparate» Dell’Atte

La eterna rival de Ana Obregón se libera por fin del personaje obsesivo y vengativo con el que se la ha identificado durante un cuarto de siglo

ARANTZA FURUNDARENA

Sábado, 9 de enero 2016, 03:11

Sevilla, noviembre de 2004. Cena de gala del Salón Internacional del Caballo. Antonia DellAtte detecta en la mesa de al lado a la periodista María Patiño y comienza a bombardearla con proyectiles hechos de miga de pan... Una y otra vez. Sin descanso. El pueril inicio de esa batalla, que luego iría a más durante el baile y días después acabaría en los juzgados, define a la perfección el carácter de esta italiana visceral y combativa pero sobre todo cómica e histriónica hasta la caricatura; capaz de cultivar un rencor hacia Ana Obregón digno de tragedia griega y capaz también de reírse de sí misma declarando: «Me sale fantástico hacer de mala».

La mujer que acaba de firmar la paz con Ana Obregón tras 25 años de guerra, nació en Ostuni (Brindisi), y tal vez no sea casualidad que su región de origen, la meridional Apulia, esté situada justo en el tacón de la bota de Italia porque si algo ha hecho Antonia Teodora DellAtte a lo largo de sus 55 años de vida es dar sonoros taconazos. Uno de ellos, casarse con un apuesto aristócrata, hijo de condes y biznieto del rey Alfonso XIII, llamado Alessandro Lequio. Sin embargo, no fue su boda ni el escándalo lo que la condujo a la fama en su país natal, sino su belleza etrusca, que la convirtió en modelo y musa de Armani, y protagonista de un videoclip de Franco Battiato.

El papel de cornuda despechada, que bordó durante más de dos décadas, no lo incorporaría Antonia a su repertorio hasta 1990, cuando se vio obligada a trasladarse a España con su marido y su niño, porque Lequio había sido fichado por la Fiat para un puesto de directivo en Madrid. Lequio además de trabajo encontró a Ana Obregón... Y el resto es historia. Historia de la televisión, ya que aquel flechazo extramatrimonial los convertiría a los tres en personajes mediáticos. Ana, en el papel de la otra, Lequio, como el marido infiel y DellAtte, que no dudó en ir a La máquina de la verdad a contar su descarnada versión de los hechos, en esposa abandonada dispuesta a clamar vendetta.

«Yo nunca he sido vengativa en el sentido de traidora -aclararía la italiana años después-, yo solo he defendido lo mío». Pero las perlas que salían de su boca la desmienten: «Ana vive de la fantasía y yo del trabajo», llegó a afirmar. «Alejandro -le dijo una vez públicamente al hijo que Obregón tuvo con Lequio-, puedes venir cuando quieras a Italia ver a tu hermano Clemente, pero dile a tu madre que te pague el avión, que es una rácana». Rácana es lo más suave que DellAtte ha llamado a su rival a lo largo de un cuarto de siglo de aborrecimiento; en el cual, no solo se dedicó a los insultos y a las declaraciones chocantes como «En España soy tan famosa como la reina Sofía», sino que también tuvo tiempo de denunciar a su ex por maltrato a través de la mediática abogada Cristina Almeida y conseguir que un juez desestimara la querella por calumnias interpuesta por Lequio.

Y llegó el cambio

Fue a raíz de esa sentencia favorable y de reconocer Lequio el daño que le había causado, cuando Antonia empezó a transformarse... Fue un cambio poco perceptible porque para entonces ya era esclava de su histriónico personaje público, víctima de su propio desahogo, pero en sus declaraciones se percibía cierto cansancio. «Aquella proyección mediática que tuve fue un disparate -le confesó a esta periodista hace seis años-. Aquella batalla me dejó agotada». Fue por esa época cuando empezó a cambiar su discurso hacia Ana Obregón: «A Ana le estaré eternamente agradecida por haberme quitado un peso de encima», llegó a afirmar, aludiendo a su separación de Alessandro Lequio...

Contradictoria, visceral, irreflexiva, pero también divertida, cálida y más transparente que retorcida, Antonia DellAtte se ha reconciliado por fin con una mujer que también responde a todos esos adjetivos y con la que tiene mucho más en común de lo que durante décadas ha estado dispuesta a admitir. En ello ha influido también la experiencia de haber sufrido en 2012 una enfermedad que la italiana describió como «un hipertiroidismo galopante que me convirtió en un monstruo». De aquella dolencia salió reforzada y avisando: «Ahora me tomaría un café con Ana Obregón». Tres años después, Ana y Antonia están dispuestas a tomarse juntas todos los cafés que hagan falta. Al fin y al cabo del amor al odio no hay más que un paso... Y viceversa.

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