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nuria rozas
Jueves, 10 de septiembre 2015, 17:28
Los enanos no paran de crecerle a José María Ruiz-Mateos. El último, el de su supuesta hija secreta, Adela Montesdeoca de 24 años, que ha conseguido paralizar la incineración del empresario para que se le practiquen las pruebas de paternidad, que «hasta en tres ocasiones rechazó en vida», explica la abogada Teresa Bueyes. Adela asegura tener facturas, vídeos y fotografías que confirmarían su relación, además de una manutención que Zoilo, hijo de Ruiz-Mateos y Teresa Rivero, le pasaba en secreto a su hermana de parte de su progenitor.
Los líos de faldas, con los que tan bien se lo pasó Ruiz-Mateos en vida, no le dejan descansar ahora. Al asunto de la hija secreta, se suma la confesión de Marta González (su asistente, que ejercía de «chica para todo» y posterior delegada comercial de Nueva Rumasa en Valencia) de haber sido su amante durante doce años. Hasta que la crisis le dejó sin nada. Sin amor y sin trabajo. En 2012, despechada al descubrir que no había cotizado ni un duro durante los últimos doce años, presentó una demanda contra José María Ruiz-Mateos y sus hijos varones, a los que acusó de un delito contra la Hacienda Pública, la Seguridad Social, apropiación indebida y falsedad documental. Ruiz-Mateos usaba siempre el mismo modus operandi para no dejar ni rastro. «No le gustaba dejar nada importante escrito en la memoria de un ordenador y llegaba a tomar notas en servilletas de bar», asegura González.
En su primer contrato como asistenta de 200.000 pesetas -unos 1.200 euros- el empresario también hizo de las suyas: justificaba el pago ante el consejo de administración diciendo que eran donaciones a la Iglesia. Pero antes del triste final en los juzgados, solían verse a menudo. «Me decía Niña, ven que ya tardas» y ella cogía un avión y lo dejaba todo para verle. Hasta aprendió a esquivar las miradas indiscretas vistiéndose de chico, tal y como él la enseñó. «José María Ruiz-Mateos era un hombre muy cariñoso, pasional y caballero. Siempre lo diré. Incluso quiso tener un hijo conmigo y pretendía reconocérmelo. Pero yo era muy joven y no quería complicarme ni complicarle la vida», asegura.
Marta lanza una pullita a Adela Montesdeoca: «Deseo que José María descanse en paz aunque ni muerto lo van a dejar. Su supuesta hija y su madre quieren heredar», antes de reconocer que, a pesar de todo, Ruiz-Mateos fue el hombre de su vida.
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