M. F. A.
Viernes, 17 de julio 2015, 01:28
Al término de la clase magistral de Teresa Berganza se abrió en la sala un turno de preguntas en el que los presentes plantearon dudas y la mezzosoprano las solventó. Lo hizo, eso sí, previa riña general a quienes hablaban por aquello de no pronunciar bien. No escuchaba correctamente y reclamó mejor dicción a todos sus interlocutores. Pero de pronto quien pidió la palabra fue la Reina. Curtida en mil batallas informativas hizo gala de facilidad de palabra y de buen humor y su animada charla con la Berganza provocó muchas sonrisas. Micrófono en mano doña Letizia anunció: «Voy a pronunciar bien y a hablar alto, ¿me oyes bien?». La respuesta, entre aplausos, fue afirmativa y aliñada de un «qué bien pronuncia nuestra Reina» con réplica inmediata: «Estoy en Oviedo y aquí pronuncio más».
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Después llegó la pregunta, en torno al fenómeno televisivo de los concursos de canto que ya habían salido a debate. «Esta proliferación notable que hay del fenómeno de cantar, ahora todo el mundo canta, es una cosa mediática, niños, concursos, dime qué piensas ¿no tendrá eso nada que ver con esa expresión de la cultura musical que tu encarnas del canto con mayúsculas? Es pueril, es retórica la pregunta, pero quizá alguno de esos concursantes entre en la senda de la cultura musical de verdad», planteó la Reina.
«Así quisiera yo que pronunciasen los cantantes», le espetó Teresa Berganza, continuando con la broma, y antes de responder que quizá lo que debería ocurrir es que esos concursos podrían mirar hacia otros ámbitos. «¿Por qué no hacemos también concursos para la música clásica, para violinistas, violonchelistas?», propuso la mezzosoprano, que vio en este tipo de iniciativas una vía para «se llenen los teatros de ópera», en los que -advirtió- «se ven muchas cabezas blancas».
Si antes había hablado un granadino -que incluso le mandó a Teresa Berganza un saludo de su madre-, quien tomaría la palabra después de la Reina fue un sevillano. Con el asunto de la dicción como protagonista, la sola mención de su lugar de origen provocó carcajadas: «Despacito, como ha hablado la Reina», le pidió al joven alumno, que quiso saber si alguna obra marcó su vida. «Las quiero a todas. Las óperas son como los hijos, se los quiere con igual pasión».
Antes, el tono del debate -moderado por Alicia Menéndez, que presentó el acto- había sido más serio y Berganza había reclamado la presencia en los conservatorios de pianistas dedicados en exclusiva a trabajar en la formación de los cantantes.
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