Doña Letizia junto a Teresa Berganza, rodeada de los alumnos de la Escuela Internacional de Música, a cuya apertura de los cursos de verano asistió ayer por tercer año consecutivo.

«La cultura hace a un pueblo»

Teresa Berganza inaugura los cursos de verano de la Escuela Internacional de Música

M. F. ANTUÑA

Viernes, 17 de julio 2015, 01:28

Pretendía Teresa Berganza elaborar el decálogo de cómo ser un buen músico a base de sentencias cortas y contundentes para colocar en la nevera. Pero pronto supo que ningún frigorífico sería capaz de albergar tanto entusiasmo, tanto amor al arte, a la música, al canto, a la cultura en general. La mezzosoprano que en 1991 se llevó el Premio Príncipe de Asturias de las Artes les ofreció a los 148 alumnos de la Escuela Internacional de Música de la Fundación Princesa de Asturias una lección magistral -en el sentido más literal del término- que difícilmente podrán olvidar. Fue emotiva, crítica, simpática, evocó el pasado, miró al futuro, dio leña a los políticos, clamó en favor de la educación, defendió el patrimonio musical español -y en especial la zarzuela-, riñó a los directores de escena de ópera que ponen a las sopranos en biquini... Fue brillante. Y aplaudidísima por los alumnos, profesores, políticos y hasta una Reina -doña Letizia- que en la mañana de ayer se dieron cita en el salón de actos del Conservatorio Superior de Música Eduardo Martínez Torner de Oviedo.

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Allí, sentada en primera fila, aguardó Teresa Berganza, con 82 años y una carrerón impresionante, a que doña Letizia llegara acompañada de las autoridades regionales encabezadas por el presidente en funciones, Javier Fernández. La abrazó y después de que Teresa Sanjurjo, la directora de la Fundación Princesa de Asturias, la presentara como «la Berganza», empezó a hablar. Comenzó su retahíla de consejos por uno fundamental: «No queda otra cosa que ser humildes», les dijo a los chicos, a los que invitó a saber que siempre «hay un escalón más que subir», que el afán de superación ha de ser su compañero de vida y que deben evitar caer «en los brazos del halago».

En la carrera de un músico, hay que «tener criterio propio», huir como alma que lleva el diablo de «la mediocridad» y ser siempre fiel a las partituras que han escrito los grandes. «La mediocridad pasa por no entender qué significa la palabra intérprete», advirtió. Al público hay que darle la música «sin trampas», sin dejarse «deslumbrar por sueños de gloria que nada tienen que ver con lo que se representa». Esta última pulla tenía un claro destinatario, los directores de escena de las óperas que en su afán por modernizarlas llegan demasiado lejos. No considera Berganza adecuado hacer cantar en biquini a una soprano en una ópera de Haendel mientras se come un helado de fresa, de igual modo que «no veo que en el Museo del Prado le pongan vaqueros a un retrato de Velázquez». Dicho de forma más clara: «Un poco de cordura en la ópera no vendría mal».

No se quedó ahí la mezzo, que reclamó una pedagogía musical adecuada, que sirva para educar los oídos infantiles y que convierta la música en una asignatura «estimulante y divertida en las escuelas». Será la manera de crear un «público riguroso y culto». Lo dicho, para todos. A los que aspiran a dedicarse a la música les invitó a conocerla en todas sus ramas y con todas sus herramientas. Porque, «para transmitir belleza al público hace falta sensibilidad y estudio». Les dijo a los chicos que no sientan miedo y que sean músicos en el sentido más amplio del término. Como ella: «Antes que cantante me honro de ser música, y eso significa vivir la música, no vivir de la música ni para la música, que es casi tanto como convertirse en música». Requiere ensayos, trabajo, sacrificios -confesó sus días de esparadrapo en la boca y pizarra para comunicarse con los suyos para cuidar la voz-. Hace falta buscar la ejemplaridad y también exigir a los políticos cordura, sobreponerse «al ruido que sobrevuela este mundo» para «humanizar el planeta» con las notas como aliadas.

Hay que pelear -dijo la Berganza- porque la música siempre compensa y recompensa y porque merece la pena hacerlo: «Nunca dejéis de gritar que la cultura hace a un pueblo, hace al hombre», concluyó. El aplauso fue unánime e inmenso. Y concluido, una confesión: «Esto ha sido más difícil que cantar unas 'Bodas de Figaro' o una 'Carmen'».

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