Ariana Miyamoto, de 21 años, Miss Japón 2015.

Una miss mulata desata el racismo en Japón

La joven Ariana Miyamoto tiene 21 años, es hija de madre nipona y padre afroamericano y para muchos de sus vecinos es solo una ‘hafu’

José Luis Álvarez

Viernes, 5 de junio 2015, 02:36

Sobre gustos no hay nada escrito, aunque en los concursos de belleza las medidas que imperan son las que hablan del hambre que pasan las candidatas a miss. Sin embargo, en Japón la anorexia no importa tanto como el color de la piel de la bella. Este es el caso de la nueva miss nipona Ariana Miyamoto, una joven mestiza de 21 años, que ahora opta al cetro de Miss Mundo.

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La joven, nacida en la localidad de Sasebo, en la prefectura de Nagasaki, es hija de madre japonesa y del militar afroamericano Bryant Stanfield, destinado en la base de la Marina de los Estados Unidos. Cursó los estudios de primaria en Japón y a los 13 años se trasladó con su padre a Jacksonville, en Arkansas, donde estudió secundaria. Allí también trabajó como camarera.

De regreso a su país, la joven fue coronada el pasado 12 de marzo como Miss Japón 2015. Ariana, cuya sonrisa habla por sí sola, no tiene mucho que ver con las pálidas geishas, blanqueadas con maquillaje, y su tez morena destaca en cualquier calle del centro de Tokio. Por este motivo, tal vez, la sociedad nipona parece no estar conforme con la elección. Los mestizos son allí llamados hafu, independiente de si han nacido o no en el país, una especie de apelativo que la más cerrada sociedad nipona dirige para expresar su rechazo hacia ellos. En todo caso, los extranjeros también son llamados por el apelativo despectivo de gaijin, lo que indica ese grado de cerrazón cultural que raya con el racismo.

La nueva miss reconoce que «la gente no se cree que soy japonesa». Y es que su belleza parece haber sido obviada por los medios de comunicación del país desde que venció en el certamen. Sin embargo, toda esta polémica ha saltado a la prensa internacional, poniéndo a la joven en el mapa. «En la calle ningún japonés me reconoce, pero muchos turistas extranjeros me paran para felicitarme», explica esta joven, que durante su etapa escolar en Japón ya sufrió en sus propias carnes el rechazo de sus compañeros. Confiesa que por eso y «empujada» por el suicidio de un amigo que también padeció el acoso por ser un hafu no se lo pensó y decidió aceptar la propuesta que la hicieron para representar a la sureña Nagasaki en el certamen de belleza.

El patito feo se convirtió en cisne. Y vaya si se convirtió. Ahora, cuando se postula a Miss Mundo representando a Japón, espera que «la sociedad de mi país tome conciencia de la nueva realidad étnica y cambie su mentalidad».

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El envejecimiento de Japón por su baja natalidad contrasta con el incremento de los nacimientos de matrimonios de personas de distinta raza, que en 2013 llegaron a representar ya el 3,3%, algo impensable hace treinta años, cuando no llegan al dígito porcentual. Ese mismo año los nacimientos de niños mestizos en el archipiélago alcanzaron ya el 2%. Algo está cambiando en una sociedad que olvida, que en el fondo, los japoneses tienen orígenes chinos, coreanos y asiáticos en sus genes.

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