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Existen pocos platos tan socorridos como una tortilla francesa. En un instante fugaz se convierte en aliada perfecta para solventar una cena frugal (y feliz) tras una jornada maratoniana, en protagonista de proteicos bocatas junto al mar o la montaña. Incluso en el desayuno encuentra su hueco el bocado de nombre, no tanto origen, galo.
Llegar hasta ella requiere un único esfuerzo, el de batir enérgicamente los huevos para derramarlos después sobre una sartén a fuego medio con una delgada pátina de aceite. Basta enrollarla cilíndricamente o cerrarla con forma de abanico, ¡et voila!
A comer.
La sencillez de los pasos es indiscutible pero la obviedad no significa que para alcanzar su mejor versión sea necesaria técnica y paciencia. El cocinado tiene más enjundia de lo que parece pero el cocinero casual no siempre aspira a la excelencia entre fogones.
Cualquiera puede cocinar una tortilla francesa comestible. De hecho, es mucho más sencillo que freír un huevo frito, expresión sin embargo elegida para ilustrar que alguien es un auténtico manta en la cocina.
En las tortillas francesas, como en cualquier otro plato, también se puede rizar el rizo y alcanzar distintas versiones a través de la incorporación de ingredientes. Quizás los más clásicos sean el queso, que se funde al calor del cocinado, o el jamón york, pero existen infinidad de versiones que ahuyenta la soledad a la que en principio parecían condenados huevos y sal.
De vuelta a los quesos, se pueden optar por distintas variedades, del cremoso queso de cabra al potente roquefort.
Desde las versiones más simples hasta las más elaboradas, la tortilla francesa se presta a un sinfín de combinaciones que enriquecen su sabor y textura. Comencemos, por ejemplo, son un toque sutil, el de las hierbas aromáticas y las especias.
Cebollino, perejil o eneldo pueden aportar un toque de frescura, mientras que el ajo en polvo o la pimienta negra intensifican su sabor; hay quien prefiere la cúrcuma o el pimentón ahumado.
La tortilla francesa es pura hospitalidad. Recibe con entusiasmo al atún, al pollo desmenuzado, al picadillo, las gambas, el lacón, la merluza, el bacalao…. y tampoco hace asco a las verduras: un sofrito ligero de espinacas, pimientos, calabacín, tomatitos, champiñones salteados…
Hay tortillas francesas para todos los gustos y para todas las ocasiones, incluso las sofisticadas, que pueden resolverse con salmón ahumado y eneldo o con trufa rallada, entre otras gustosas alternativas.
Bien cuajadas pero jugosas, con una presentación cuidada, son la vía más rápida para alcanzar la exquisitez sin alardes.
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