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Lo conocimos en 2007. Por entonces llevaba junto con su padre, José María Méndez 'Pepe', guía inicial, Los Lagos de la plaza del Carbayón: un grato recuerdo. Veinteañero reciente por aquel entonces, ideaba, ensayaba y lograba estimables resultados. Los comensales, a la hora de elegir si clásicos se inclinaban por los ofrecimientos paternos, si deseoso de formas y sabores nuevos demandaba los filiales.
Por aquel entonces, dieciocho años atrás, nos decía: «Estudio, leo, observo y experimento para avanzar jamás conformarse». Y en YANTAR añadíamos: «Este chico llegará lejos».
Dirección: Calle Gascona, 17. Oviedo.
Teléfono: 984 28 15 92.
Chef: Pelayo Menéndez Pérez.
Sala: Rous Simoes Lópes
Y llegó. Con su título en marco dorado de la escuela de Oviedo, unos tutelajes por parte de conocidos maestros y un rodaje compartiendo fogones junto al progenitor, le salió una oportunidad ibecenca. Y para la Pitiusa grande se fue. Le llamaron, ni más, ni menos, que los de Lío, cabaret un poco del tipo 'Eyes wide shout', sala de fiestas tecno y láser, restaurante de lujo asomado por completo a la bahía de la capital, con caviar del Caspio y ostras de Arcachón por tapa, y carta apropiada para después de un día de jornada en el yate. Los precios de la comanda no tienen mayor importancia: si necesitas saberlos no es tu sitio.
Ingredientes. 6 langostinos, 4 huevos, 1 diente de ajo, perejil fresco y aceite de oliva virgen extra.
1. Pelamos y picamos el diente de ajo en brunoise o en cuadradinos mínimos. 2. Los echamos en una sartén con aceite caliente y en cuanto cojan color, agregamos los langostinos pelados y descabezados. 3. Apenas transcurrido un minuto lo pasamos y reservamos en un plato. 4. En otra sartén con abundante aceite muy caliente, freímos los huevos de forma que la clara hinche y baje, mientras su borde queda a punto de puntilla. 5. Transferidos los huevos a una fuente, los partimos por la mitad de la yema con dos cucharas y los cubrimos con los langostinos. 6. Espolvoreamos perejil fresco recién picado.6. Podemos sumar patatas fritas como guarnición.
Pelayo, con Nadal, Messi, Michael Jordan u otros clientes de similar estilo, venció, convenció y disfrutó once años de jefe de cocina. Glamur todo, pero agotamiento también. Y el regreso, y el reinicio se impusieron. Volvió, eso sí, trayendo consigo la madurez firme y plena, la seguridad de un reloj suizo, las ideas libres de otros controles que su voluntad, y abrió, hace apenas media docena de meses, Nuberu, nueva sidrería de Gascona y gastró privativo encargado de halagar paladares con un decidido regreso al equilibrio propio de la plenitud, sin que falten toques rompedores con acierto y gracia sorprendiendo y diferenciando las chuletas de frisona madurada treinta días, los torreznos con guacamole, la fabada, el arroz con pitu, el bao de cecina y queso de cabra, las enchiladas gratinadas, las gyozas de ternera asturiana, el tataki de buey; y, mientras, Rous, simpática brasileña, atiende, Pelayo construye, el comensal saborea y la vida, aunque sea temporalmente, marca un pico de plenitud.
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Luis Antonio Alías
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