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El Trébole está en Cimavilla, y eso cuenta. En el propio corazón del barrio alto, donde La Soledad y Los Remedios separan cofradías y festejos. Además ocupa el bajo de una antigua casa que da entrada, esquina y fachada a la plaza Les Monxes o de Arturo Arias, aplanando el desnivel de subida con una terraza entarimada frente a la ruinosa Fábrica de Tabacos, antes convento de las Agustinas Recoletas.
En verano –o en el veranillo que nos acaba de traer San Martín– y trasladados o jubilados pescadores, pescaderas y cigarreras (también flamencos y suripantas) el barrio alto vive de hostelería y recuerdos.
Dirección: Vizconde de Campo Grande. Gijón
Teléfono: 984 39 79 06
Propietaria: Natalia Iglesias Suárez
Chef: Juan José Viesca Blanco
Apertura: 2006
Menú del día laborables: 12 euros
Menú finde: 16 euros
Media a la carta: 35 euros
Sidra: Trabanco y Cortina
Ysi por su ubicación El Trébole merece calificación de pintoresco, que mira para el primer hospital de Gijón (el de los corraxos) y la Torre del Reloj, su interior pone maneras de chigre esmerado:cajas sidreras dentro de los tabiques, frentes forrados de troncos de árbol, mobiliario claro, bodega de cristal, imagen de bosque verdeando el techo…
¡Buen momento ahora, calmo de veraneantes, para visitarlo!
Los ofrecimientos guardan fidelidad al barrio que hasta anteayer vivió de la pesca, la rula y los saladeros: el pixín amariscado o la lubina en salsa de oricios dejan huella;los frescos pescados del día a la espalda salen abundosos de migas, aceite y ajada; los centollos y ñoclas provocan oralidades apasionadas...
Carnes rojas y cachopos de cecina miran tierra adentro (vacas había pastando pacíficamente por el Cerro entre tendales y vareas de colchones) y los arroces o los potes de roca y cuadra nos escalecen de noroestes y galernas.
Los platos salen ricos y abundantes, condición imprescindible de güela recogedora del trébole la noche de San Juan. Y quien les da la gracia, Juan José, posee carrera meritoria. Candasín, nieto e hijo de los propietarios del ya desaparecido restaurante Miramar, se hizo cocinero con la naturalidad de quien crece a pie de fogón para luego tomar título en la escuela gijonesa, y alta práctica al lado de Nieves en las Delicias, Víctor en el Bellavista, David en La Tabla o Roberto en La Pondala: «Luis Alberto, de Casa Fermín, me habló del Trébole y aquí llevo unos cuántos provechosos años», comenta.
Y los lleva bajo la gestión de Natalia, una mierense que desde la adolescencia se dedicó a dos artes tan diferentes como el servicio de sala y la natación, el salvamento y el socorrismo, de la Cuenca a Ibiza, de Ibiza a Gijón y de Gijón a Valladolid: a su mucho encanto personal une, por lo tanto, la posibilidad de realizar una maniobra de Heimlich si fuera preciso.
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