Restaurante L'Albancia

El suelo de losas, los batientes y separaciones de madera, los escaños, el llar con su trébede, pote y calamiyeres, los tabiques de sillares, el jardín florido o la caída y remonte posterior sobre valles y altos enmarcan adecuadamente los guisos. Cierto, la naturaleza viene incluida, no obstante los guisos casan con tal marco.

'Sesé', lavianega, eligió primero otras ocupaciones, por ejemplo la de peluquera, pero la cocina fue adelantando en interés a tintes, cortes y peinados; así que decidió cambiar un arte por otro. Excelente elección en mal momento. Modelado el edificio, vetusto y vistoso, el año de apertura, 2008, prologó la crisis del ladrillo. Una década después, la lenta recuperación recibió el golpe pandémico. «Nos revolvimos como gato panza arriba. Amo guisar por encima de todo, y decidí salir adelante costara lo que costara», afirma.

Lo logró usando productos del concejo, convocando jornadas de temporada, derrochando tiempo y cariño con cada preparación, del incomparable cabritu lavianiego (bien de pota, de círculo espaldero o rellenando cebollas), a la fabada oficial, les fabes de mar y caza, los milhojas de berenjena, los pescados del día, la fideuá de picadillo y cabrales, la flor de alcachofa con foie, les verdines con setas y gambas, los garbanzos amariscados, y lo que la jornada, el tiempo y ahora mismo la estación primaveral muestren en sazón.

L'Albancia, primera claridad del día, nos propone un anda, una vianda y una miranda igual de convenientes para el cuerpo como para el espíritu, por eso quede aquí ya no recomendada: prescrita.