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Entre puerta y puerta hay una placa de piedra que recuerda cómo en esa añeja casa de tres pisos vivió largos años, y falleció, el gran poeta en asturiano Marcos del Torniellu, homenaje justificadísimo que le dedicaron hace años los miembros de la Cofradía del Bollu, a los que por su razón pregonera y fraterna, el mejor bizcocho múltiple, trebolado y glaseado del mundo mundial, tan cercanos nos sentimos.
Dirección: Estación, 10. Avilés
Teléfono: 670 34 06 13
Sala: Jacobo Rubén Pérez García
Cocina: Sara Zradgui
Etapa actual: 2015
Descanso: Lunes y martes
Menú laborable: 10,50 euros
Finde: 18,50 euros
Media a la carta: 25 euros
El nombre del restaurante regentado por Jacobo y Sara, y previamente por otros propietarios con sus más y sus menos (desde el 2015, cuando lo cogieron los actuales, domina el más) posee, por tanto, razón y lógica. De tal forma que se necesita el favor de las musas para escribir: «la graciosa resalada /más simpática del muelle /apregona les sardines: /¡que reblinquen!,/ ¡hay qué veles./ ¡Hay qué vives!,/ ¡hay qué grandes!, /¡son de tercia les pequeñes!/ A ti dóiteles de baldre, /mocín de barcu y Nordeste». Resulta justo y necesario que lo pregonen quienes allí trabajan.
Además, el arroz negro con calamares, las carrilleras de ternera con cebolla y pasas, la merluza a la sidra, las croquetas de jamón ibérico con pollo y huevo picado, la corvina con parmentier y salsa de chalotas tostadas o el milhojas de meloso de ternera y ahumado de Pría, también recitan sus poesías aromáticas y sápidas ante nuestro apetito, sorprendemente crecido una vez el plato sobre la mesa inicie sus irresistibles seducciones.
Sara, marroquí de cerca de Casablanca, añade especias, hojaldres, rellenos, miel y frutos secos con habilidad heredada y notable. Y si el gochu queda plenamente integrado dentro del campo gastronómico dominado por Jacobo, de cordero y sémola ella se lo sabe todo, convergiendo, ambos a su modo, en los pescados, el vacuno, las ensaladas frías y templadas y la repostería: de aquí fabada, de allí humus; de aquí churrasco de Ávila, de allí unos kefta; de aquí merluza con salsa de azafrán y espuma de algas, de allí cuscús; de aquí pitu de caleya o pulpo a la plancha, de allí tajín; de aquí sardinines a la plancha como las que pregonaba la sardinera de Torniellu, de allí briuat o blakaba, deliciosos y crujientes triangulinos y bartolillos árabes.
Jacobo es de Avilés; Sara, marroquí de la región de Settat. El primero tuvo abuelos leoneses hosteleros, hizo sus cursos correspondientes, y trabajando en Piedras Blancas conoció a la segunda, que tras estudiar comercio se reenganchó en cocina por realismo y vocación. La decisión de vida en común reforzó el deseo de ponerse ambos por su cuenta e iniciar el actual capítulo, o la actual estrofa, que pronto cumplirá el primer lustro de vida.
Hay originalidad de la cocción a la presentación: «Tratamos de diferenciarnos, que lo preparado, emplatado y ofrecido disponga de características propias, que el comensal no encuentre el pulpo, el cachopo, la merluza o el rosbif comunes y standarizados. Naturalmente nos guiamos y variamos según las apreciaciones de visitantes asiduos y puntuales», comentan.
El local, largo, profundo, ordenado en tramos sucesivos de ladrillo, tabique, madera y baldosas, se reparte por los tres pisos del edificio, con sus rincones de espera y charla, sus alacenas y lámparas, su toque de viejo mesón puesto al día y sus balcones a la luz y el aire del pescadero y animado Sabugo.
A la entrada, un cuadro de Favila retrata la calle con Marcos del Torniellu vieyín, sentado y viendo pasar sus últimos días allá por el año 1938.
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