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En primer término, Noelia (con pañuelo rosa), junto al resto del equipo de El Catalín. JOSÉ SIMAL
Restaurante El Catalín
TAZONES (VILLAVICIOSA)

Restaurante El Catalín

Gloria por la fundadora que ahí sigue, altura por sus hijas que continúan la obra y por el mar que dominan y del que cocinan

Jueves, 20 de agosto 2020, 18:07

Apareció discretamente hace más de tres décadas. Dos compañeras de trabajo de la misma empresa (y sin embargo amigas, diría Maitena), Gloria y Ángeles, de por allí mismo, que trabajaban en una empresa de complementos informáticos, gustaron del sitio y lo adquirieron -edificio en ruinas incluido- para montar una cantina, un merendero, algo informal donde dar mesa y guiso a caminantes. La extensa y vistosa ladera del monte Catalín, alto telón de Tazones que, con La Punta y El Faro amuralla tan mínima y plácida villa marinera y hostelera, resultaba demasiado tentadora para no convertir paulatinamente los sueños en proyectos y los proyectos en realidades con cimientos hondos, paredes sólidas, terrazas arboladas y enramadas o cristaleras amplias, leves y colmadas de paisaje, del bar a los comedores, de la pérgola al jardín infantil, y del horizonte cantábrico a la pajarera de parque.

El Catalín

  • Dirección: La Atalaya, 9 - Tazones

  • Teléfono: 985 89 71 13

  • Cocina: Noelia Cernuda Cadera

  • Sala: Jéssica Cernuda Cadera

  • Equipo: Mónica Argüelles, Yolanda Villaverde, Adriana Negoita, Alina Razuvska y Samuel Da Silva

  • Apertura: 1988

  • Descanso: en verano ningún día (invierno los martes)

  • Media a la carta: 35 euros

  • Bodega: variada

  • Ajuar: de calidad

  • Sidra: J. Tomás , Vallina y Vigón

Recuerda Gloria: «Primero pusimos un merendero y sólo preparábamos cosas rápidas y simples, pero la gente que venía comenzó a pedirnos comidas estructuradas y serias. Entonces, a base de cursillos, de horas experimentando y de la ayuda generosa de vecinas cocineras y vecinos pescadores, fuimos aprendiendo y ampliando servicios».

Tras encargarse Ángeles de un hotel, quedó Gloria al frente del pronto popular y encomiado restaurante, y las hijas de aquella, Noelia y Jessica, crecieron 'catalinas' de salas y fogones sin que la madre no pase, vea, aconseje y disfrute comprobando cómo, tras pararnos la vida en marzo, vuelve a rodar cuesta arriba una herencia que también florece en huertas, pastos, frutales y desembarcos.

¿Su traducción en carta? Del mar todo lo que el día a día proporcione: bonito por supuesto, y en su gozosa multiplicidad, y rubieles, samartinos, chopas, lubinas, pixines, reyes, cabrachos o salmonetes en salsa, horno y plancha. Y luego mariscos de Tazones o (¡qué lujazo si tocan!) de la mismísima ría maliaya, del centollo al ostrón, de la ostra al mejillón, de la cigala y el bugre a la finísima almeja, cuyo arroz caldoso forma parte del escudo nobiliario entre otros igualmente esenciales y esenciados arroces marineros. Y con el salpicón de aguja, el pulpo encebollado, los frixuelos rellenos de marisco, el arroz con leche o el café de pota, les fabes, la carne guisada y lo que el momento dicte, reencontramos, hoy como hace veinte años, ingredientes locales de primera, guisos tradicionales y cuidadosos, limpias e intensas palatalidades y una atención próxima, familiar incluso, aunque vigilante de que su acción redondee, junto con el café de pota, las satisfacciones del comensal.

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