En Infiesto tomamos la carreterina hacia Campu Caso. Dejamos atrás el santuario de la Virgen de la Cueva, donde el río La Marea pone rumores y frescores mientras taja la roca que nos asciende, y seguimos de curva en curva hacia la Collada de Arniciu. ... Antes de alcanzar este vistoso balcón, de obligatoria visita reposada no importa cuántas veces se haya estado, encontraremos la terraza de Casa Maruja, escalonada y soleyera prolongación del vetusto edificio color teja que rodea un arbolado desmonte. Traspasada la puerta, entramos en una taberna con tienda que serviría de museo de no seguir felizmente viva y ejerciente. El ambiente aldeano de 'goxes y piedres' para cabruñar, de botellas con licores añejos y conservas u objetos de limpieza, de vino en pinta y boinas o madreñas, se impone. Y en tal contexto, los clientes que procedan de generaciones ya informatizadas, pareciera que se ruralizan y adquirieran aspecto de paisanos, paisanes y neños el día la fiesta del pueblu, incluso sin voladores.
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Dirección: El Retorno-La Marea (AS-254) (Infiesto)
Teléfono: 985 710 765
Propietaria: Maruja Ovana Lobeto.
Cocina y sala: David Ovana, Laura Díezy Paula Ovana Díez
La clara, franca, contundente, honradísima carta contribuye: fabada y pote tal cual, fabes cinegéticas, garbanzos con bacalao cuaresmales, callos por supuesto de allí y sin atajos, pitu de caleya guisáu o en paella, paellas marisqueras, cebollas y pimientos rellenos de carne, jabalí con setas, gamo o cabritu de cazadores amigos, picadillo con tortos, arroz con leche y -por finalizar- tarta de avellanas piloñesas.
Casa Maruja homenajea a Maruja, que vive su octogenaria jubilación con la satisfacción de que David, su hijo, Laura, su nuera, y Paula, su nieta, mantengan la parada y fonda que fundaran sus padres, Natividad y David, recién terminada la Guerra Civil, cuando decidieron trasladar el establecimiento que regentaban en la capital del concejo hasta la hacienda familiar, que huerta y monte aseguraban mejor sustento. Paso obligado de carros, camiones, peones camineros y arrieros, potes y guisos ganaron fama y pronto la invadimos excursionistas y montañeros. Prometimos por entonces, años de los sesenta y setenta, guardar el secreto de éste Shangri-La gastronómico, pero fuimos incapaces, así que mejor concertar visitas.
Para dos comensales:
600 gramos de jabalí. 1 litro de vino tinto. 2 dientes de ajo. 1 cebolla. 1 puerro. 1 zanahoria. 1 pimiento rojo. Romero. Tomillo. Perejil. Pimienta. AOVE.
1. Troceamos la carne de jabalí, sea pata, paleta o chuletero, en trozos de bocado.
2. Ponemos los trozos en un recipiente de barro o cerámica junto con dos dientes de ajo, una cebolla, un puerro, una zanahoria y un pimiento rojo, además de romero, tomillo, perejil, pimienta recién molida y sal.
3. Lo cubrimos y maceramos con vino tinto, al menos ocho horas, dentro del frigorífico (mejor uno o dos días).
4. Retiramos del marinado la carne del jabalí por una parte, y las verduras por otro.
5. En una sartén con oliva sofreímos las verduras, que previamente cortamos menudo hasta obtener una casi salsa densa y homogénea.
6. Mientras las verduras terminan de hacerse sosegadamente, en cazuela aparte salteamos, con aceite de oliva muy caliente, el jabalí.
7. Una vez los trozos hayan tomado color, vertemos encima el sofrito, el vino de la marinada, y revolvemos.
8. Cuando hierva de nuevo, bajamos el fuego al mínimo, y al reiniciarse el hervor lento, que guise suave no menos de tres horas.
9. Lo presentamos con piquillos y lo acompañamos de patatas recién fritas.
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