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Cumple este año ciento veinticinco. Por aquel entonces –Cuba aún era española– llegó de allí un indiano de los muchos que retornaban sin grandes fortunas que exhibir mediante palacios y jardines, pero sí ahorros suficientes como para montar un negocio, asentarse definitivamente en el pueblo natal y casarse con la su Maruxina, que le había esperado sin importarle el tiempo. Y éste construyó una casa grande y lucida donde vivir y dar a los alrededores servicio de tienda, bar, baile y lo que fuera menester.
Lo bautizó La Llama, que en La Llama de Parres estamos, e incluso puso llagar: los viajantes, los peones camineros, los ganaderos y bastantes señoritos admiraban su surtido de alimentos, bebidas y diversiones.
Dirección: Alto de la Llama (Infiesto)
Teléfono: 985 854 038
Propietaria: Julia Villar Collado (Julita)
Cocina: Jonathan Río Villar y Marisol Miyar Villar
Apertura: 1892. Reapertura 1967
Descanso: Lunes
Precio medio: 20 euros
Otros: Hay servicio de habitaciones con baño
Luego los años fueron pasando, los dueños también, y allá por 1967, cuando cumplía cincuenta años de existencia y utilidad, pasó al patrimonio de los padres de Julita, Maruja y Julio, que en una historia parecida a la del principio, acababan de volver de la emigración francesa con unes perrines que invertir.
Julita vivió durante la ausencia paterna y materna junto a sus abuelos, y luego ayudó en todo lo necesario para que el ahora bar y restaurante siguiera manteniendo su prestigio. Encima, logró puesto de cartera por la comarca, algo que la popularizó aún más de lo que era y es, si bien ella quería dedicarse a la canción y el baile español. Pena que en casa no la animaran demasiado.
No obstante la espontaneidad, la alegría y la hospitalidad –que mantiene intactas– añaden calor, color y sabor a sus guisos. Y orientaron a sus hijos, que además de ocuparse del ganado y la huerta propios, terminaron, bien convirtiéndose en cocinero profesional tras pasar por la Escuela de Hostelería de Oviedo y dirigiendo cáterings de altura (Benigno), bien licenciándose en filología inglesa e idiomas y cocinando aquí para evitar su cierre (Jonathan, que el nombre ya predisponía) o bien sumando fuerzas (Marisol).
La fachada deja espacio para una improvisada terraza. Además nos ubica con precisión dado que justo delante dos señales de la AS-258 marcan, una 12 kilómetros a Colunga, otra 9 a Pintueles y 16 a Infiestu. Tras la vetusta barra, un igualmente vetusto armario de madera y cristal almacena botellas y recuerdos, mientras las vigas verticales forradas de madera añaden sabor a taberna caminera, tasca pastoril o chigre montañero, tres cosas que cumple. Y si en los compartimentados comedores superior e inferior nos agasajamos con un suculento pote de verdura, una carne asada o guisada a la antigua (u otros cortes de vacunos pastiados en las fincas familiares), un cabritu de la zona, callos de la casa desde la misma vaca, tortos con picadillo de gochín bien tornáu, huevos de les pites del corral cuyo gallo despierta a Julita diariamente y el siempre conveniente arroz con leche, entonces, no lo dudemos paladearemos sabores del Sueve, sierra que sabe. Y que sabe mucho y muy bien.
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