La Taberna de Pinón

Callos, rabo, cecina, solomillo y filete, cuatro presencias vacunas que, piquiñinos y con jamón y gochu, guisado lentamente hasta su gelatinosa terneza, envuelto en crujiente hojaldre o formando cachopos continuamente demandados y celebrados, rinden culto a la precitada res entre totémica y simpática que nos recibe. Y cabrito guisáu, pitu caleya, pulpo, parrochines, pixín negro, y guisos de patatines con carne o lo que toque de cucharón y cuchara. Y pinchos «nouvelle vage asturiana».

Sandra, lacianega, entró muy joven de guisandera y pasó casi tres décadas en el Asador La Miranda, cuyos hornos gastan fama. Pero quería ponerse por su cuenta, y Pinón le dio la oportunidad. Pinón y la vaca. Los llenos y esperas que provoca, no obstante el espléndido trato, son consecuencia de que arriesgó. Y de que acertó.

Puente viejo sobre el Nora. Todo camino tiene sus puentes. Y el que pasa por la vieja localidad se dedica, mucho antes de que Santiago nos cristianizara, al dios celta Lug. Alomado, con dos ojos mayores y uno menor, formaba parte de la vía romana que unía Lucus Asturum (Lugo de Llanera), con Astúrica Augusta (Astorga). Ruta de la plata y ruta jacobea unidas para que el caminante elija luego entre destinos diversos.