José Antonio Campoviejo brinda con su esposa, Yolanda, y su hija, Carlota. Xuan Cueto

Veinticinco años con Campoviejo

El Corral del Indianu celebra sus bodas de plata en un estado de forma ejemplar, con mucho cliente de la tierrina y un menú que se sostiene en la tradición y mira al futuro

Jueves, 1 de julio 2021, 10:41

José Antonio Campoviejo recuerda exactamente el momento en que acordó con su mujer, Yolanda Vega, dar el salto y abrir un restaurante. «Tenía claro que sería en Arriondas. Me decían que me fuera a una ciudad, pensaban poco menos que estábamos locos por apostar por esto, pero yo sabía que era un buen enclave y no nos equivocamos, ahora hay de todo en Arriondas», cuenta. El Corral del Indianu, el restaurante que nació aquel verano de 1996, cumplió el martes 25 años.

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Campoviejo no es de los chefs que soñaran de niño con los fogones. Él, metódico hasta para conseguir que una obra acabe en el día fijado, descubrió su vocación en la 'mili' pelando patatas. «Estaba estudiando COU y me llega una carta para sortear porque se me había olvidado solicitar la prórroga de estudios». Así que se fue a Astorga, donde se encontró con un chico de Cangas que no conocía que le contó que a los que trabajaban en cocina les pagaban más. «Yo había trabajado en cafeterías, así que pensé que me podían seleccionar, y lo hicieron», cuenta el chef, que desde el rincón donde pelaba montañas de tubérculos veía las ollas en el fuego. «Un día cociné yo y, al terminar de comer, quisieron saber quién lo había hecho. A partir de ese día fui ascendiendo en cocina», recuerda.

Volver a casa fue un punto de inflexión. «No sabía qué hacer con mi vida, tenía 19 ó 20 años. Entonces veo un anuncio que van a abrir el restaurante El Español y buscan personal». Campoviejo se plantó en la entrevista sin experiencia, «les dije que solo cobraría en función de los éxitos que cosechase. Al segundo mes me subieron el sueldo».

Xuan Cueto

Macaron de maíz y sabadiego

Este bocado y el bombón de Cabrales y chocolate blanco son dos señas de identidad de la casa que no solo abren el menú degustación propuesto desde hace años, también son piezas únicas que resumen la potente y variada despensa asturiana. El chef aquí se encarga de sacarles el máximo partido de forma original.

Conoció a Yolanda una noche. Fue ella quien le dio libros de cocina que ocuparon los siguientes meses de su vida: «Todo lo que descubría era poco, aquello fue fantástico», recuerda ahora el chef al hablar del que define como el «tercer golpe de suerte de mi vida». El siguiente paso fue aventurarse, juntos, a abrir El Corral.

«Los principios fueron durísimos. Éramos una pareja inexperta al frente de un negocio y a tenor de un crédito que no sabíamos si íbamos a poder pagar», recuerda. Lo que les «cambió la vida» fue un mensaje que Carme Ruscalleda les dejó en el contestador en noviembre del 99, dos años después de abrir. La chef les daba la enhorabuena por la estrella Michelin que acababan de conseguir. «En el 2000 liquidamos todas las deudas. Sé que sin la estrella no hubiéramos sobrevivido», asegura.

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Xuan Cueto

Como una ensalada de lechuga, tomate y cebolla (aderezada con una crema fría de vinagre de sidra)

Un anticipo de lo que vendrá a continuación en la amplia propuesta gastronómica del restaurante. Este plato suena a lo de siempre, pero no lo es, por eso es un básico indispensable de la carta. Los sabores se conjugan y los ingredientes se presentan en formatos diferentes.

Los 21 años siguientes no han hecho más que «mimar el negocio como si fuera un hijo». Hoy, el equipo lo componen diez personas -a partir de ahora serán trece-, incluyendo a Campoviejo que está en la cocina y a Vega que dirige la sala. «El Corral es una dictadura en la que yo lo decido todo y Yolanda toma partido en su espacio. En una estructura pequeña y familiar tiene que ser así, lo que no quiere decir que haya una palabras más alta que otra, jamás. Lo contrario sería una locura, hay restaurantes donde la ramificación llega a los clientes», explica el cocinero.

«Hemos creado un círculo en el que equipo, proveedores, clientes y vecinos estamos interconectados. Me pellizco cada mañana por esto y por recibir a diario una mayoría de comensales asturianos. Las limitaciones de movilidad en la pandemia demostraron lo importantes que son», explica Campoviejo, competitivo confeso. Lo que pasa es que no rivaliza con el vecino ni con otros cocineros, sino consigo mismo para hacerlo mañana ligeramente mejor que hoy. «Esta es una máxima que inculco a todo el equipo». Tiene otra: el 'pronto pago'. «Aquí las mercancías se abonan según llegan, es una forma de tener el negocio saneado, que es tan importante como la creatividad», dice.

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Xuan Cueto

La fabada: sabores de antaño, texturas de hoy

Uno de los platos más icónicos del Principado no pudo faltar en las primeras cartas de El Corral del Indianu. Desapareció hace una década, pero ha vuelto marcando claramente, lo dice el responsable y autor, un antes y un después tanto en su concepto como elaboración y disfrute. Ahora es una pieza fundamental del menú.

En su menú degustación convergen platos de ayer que han sabido sobrevivir y adaptarse al hoy con ideas nuevas: «Nuestra evolución es una cuestión natural que hacemos sin prisa porque no es bueno hacerlo de manera artificial. Mantengo lo que ha sido y sigue siendo relevante en nuestra casa, pero igual ha cambiado su presentación o el recipiente que lo contiene», explica quien continuamente halla la inspiración en su hija, Carlota. «Ella y Yolanda hacen todo posible», asegura.

Xuan Cueto

La vie en rose

El último viaje que hizo la familia antes de la pandemia fue a París. Un recorrido en metro escuchando a Édith Piaf fue el germen de este postre, que empezó a trabajar en el restaurante a su regreso. Supone un auténtico viaje a la infancia de los comensales que vivieron las ferias, pues tiene caramelo, algodón de azúcar, chicle y frutos rojos. La emoción aflora con cada bocado.

La despensa también ha cambiado. «La materia prima de ahora es mejor que nunca, lo digo convencido. Antes no se entendía lo que se hacía ni se ponía el mismo cuidado en conseguirlo y mantenerlo», defiende. Ahora no piensa en acrecentar su sello, sino en evolucionar su casa. En otoño cambiará toda la cocina y ampliará la bodega.

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