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Por fuera parece lo que no es: una nave industrial en zona de naves industriales.Por dentro, en cambio, parece lo que es: un local bien pensado y estructurado, vetusto almacén con columnas de metal, ojos de buey, redes, peces y chalanas varadas por las paredes.
Nada más entrar nos cobija el vestíbulo de la sidrería, de seguido los comedores, y ocupando la cabecera echa cierre el vivero propio: ñocles, bugres, langostas, cigalas, nécoras o centollos, distribuidos en balsas independientes, pasean lentitudes esperando pringarnos sus delicias.
Dirección: Avenida Conde de Guadalhorce, 95. Avilés
Teléfono: 985 521 385
Propietario y gerente: Carlos Suárez Suárez
Jefe de concina: Alberto Pérez Susavila
Jefe de sala: Rafael Maldonado Talavera
Descanso: ninguno
Horario: ininterrumpido de 12 a 24 horas
No faltan carnes (¡fueron los primeros y aún únicos en traer kobe de Japón!), ni platos de cuchara, ni parrochas, calamares, chipirones o el sabroso llanzón (bocarte)con jamón. Pero la especialidad viene de la mano de un democrático bote o chalana marinera variada, de los pescados diarios con mínimos aderezos y de los mariscos vivos minutos antes:hay menús diarios, especiales, de temporada y combinaciones –arroces, calderetas, parrillas, chalanas– al alcance de cualquier bolsillo:idea, formato, originalidad y demanda que se ha extendido a Oviedo, Granda y Madrid, una en La Castellana y otra en la Plaza de España, como versiones cantabricas y gourmet de un Planet Hollywood palangrero y asturianísimo.
La idea, obra y dirección se deben a Carlos Suárez, que navegó primero por los supermercados paternos, pasó por cafeterías y discotecas propias y, hará un cuarto de siglo, pensó en crear algo diferente:«Un restaurante especializado en mariscos y pescados que rebajara costes, sin disminuir calidades, por el volumen de demanda».
Dicho y hecho:la primera chalana iniciaba singladura hace casi veintitrés años y gracias al acierto en la elección de un equipo próximo, permanente y de plena confianza, otras chalanas afianzan el proyecto y amplían la realidad.
Un virrey sobre lecho de cebollas y panaderas, una lubina salvaje con su vestido de oliva y ajo dorado, un bugre azul que es ave del paraíso marisquero, unos arroces fragantes de almejas, unos cachopos para glotones de buen gusto... Todo con origen certificado, variedad, abundancia y buen precio: la mariscada prometida o deseada no tiene porque esperar financiación bancaria.
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