Casa Rula

Llegamos y las predicciones se refrendan: el lugar posee antojana grande con rincones de jardín y merendero, alinea pláganos protectores, la larga galería acristalada acomoda plácidamente y la decoración interior destaca cajas y botellas de vino: Andrés profesa la enología con pasión, devoción y amplitudes.

Él nos informa del doble nombre: El Cruce, oficial, por ocupar isleta de unión entre calles y la carretera que nos baja a Rodiles, y Casa Rula, vecinal, por el mote de Mariano García, su promotor y constructor mediado el pasado siglo, cuando los veraneos playeros masivos suavizaron la posguerra. Mariano, emprendedor nato, en cuanto llegó la Cocacola (1953) metía en bidones con hielo los perennes botellines estriados, y a lomos de su camioneta iba hasta el mismo arenal para venderlos. Siempre uniendo trabajo e ingenio, regentó un par de bares próximos antes del propio, donde su hija, María Alicia García, comenzó a cocinar y sobresalir. Su marido, Mariano García, completó la segunda generación, pero la tercera, sin ahorrar ayudas, prefirió estudiar: Adoración hizo Derecho y ejerce de abogada en Oviedo y Andrés, el yerno, constructor, viticultor y gastrónomo, puso lo que faltaba para continuar y mantener al detalle los 'hit parades' de su suegra: foie de bacalao, croquetes de xibia, arroz con berberechos, alcachofas a la plancha, albóndigas de merluza, pulpo, ñocla, salpicón, croquetas de cecina, callos con huevos, pitu caleya; o sea, del tomate simplemente aliñado a la caldereta nutrida por las rulas vecinas. Quede, pues, testimonio, de que la magia potagia oída quedó cumplida en lugar, recinto, contenido, servicio y monto.