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Luis Antonio Alías
Jueves, 27 de agosto 2015, 17:08
Haciendo caso omiso de los tres monos sabios, el ciego, el sordo y el mudo que en las religiones orientales marcan el camino de la pureza, la terraza previa, techada y acristalada, propone lo contrario: una sombra reconfortante para escapar de los últimos resoles veraniegos.
Además de la sombra, el bienestar queda consagrado con un Rías Baixas y una tortilla de gambas antes de, camino del comedor, encontrar y saludar a Celso, que junto a Concha lleva treinta y tres años once por monito integrando su taberna y restaurante en la local historia gastronómica y sentimental.
Celso, que nació en el remoto Illano, dirige desde 1983 este bajo con vivos colores, cuadros de bodegones y una gran bodega subterránea.
¿La oferta? Hay bacalao de lascas perladas y salsas cordiales;bonito rubí y azabache en lomo, rodaja, ventrisca y rollo;pote de berzas a la occidentaliega;pescados a la cazuela o espalda recién desembarcados;calamares en tinta con patatinas o arroz;pitu de caleya, cordero, jabalí y gusto casero y cariñoso.
«Tras terminar el bachillerato trabajé en la construcción» cuenta Celso «mientras mi mujer ayudaba aquí a Placeres, una cocinera que nos sirvió de maestra antes de traspasarnos el negocio». José Luis, el sobrino, asegura la apertura y la continuidad cuando en un par de años les llegue la edad de la jubilación. Una jubilación a la hostelera, o sea sólo a medias, que Celso y Concha ostentan el cargo de miembros fundadores y cocineros de la Cofradía de la Buena Mesa de la Mar. Un título para presumir que se gana por mérito.
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