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Luis Antonio Alías
Viernes, 23 de enero 2015, 12:52
A muy pocos kilómetros de Posada de Llanera, por el costado septentrional en que el concejo pierde la lógica de su orónimo y se eleva hacia Corvera, justo antes de alcanzar el vistoso alto que domina los arranques de la Cordillera y las rasas de la costa, se localiza el asador. Ante su fachada pasan las uniones y medianeras de la AS-17 con las AS-325 que lleva hasta Villabona y Serín.
Se estácerca de Llanera, de Corvera, de Gijón, de Avilés y ante un enlace de carreteras. Pudiera parecer que nos rodea un paisaje urbano con su correspondiente nudo de comunicaciones. Pues nada más lejos de la realidad:la soledad manda. Especialmente si toca jornada de niebla y orbayu como suelen traer la primaveras tempranas. En cambio la llegada del calor añade carpas, comuniones, cumpleaños, banquetes y juegos infantiles:la melancolía se hace entonces romería.
«Estamos en medio de todo y en ninguna parte», señala Maripaz.
Cosas de las autopistas que han retornado al sosiego rural carreteras por las que antes pasaba un tráfico denso y constante. Ésta, por ejemplo, que unía Oviedo y Avilés, bordeó la línea de adoquines, mucho antes que el motor sustituyera carros y carretas, unas cuantas ventas donde enderezar ejes, arreglar ruedas y ofrecer comida y reposo a cocheros, muleros, postillones y cabalgaduras.
«Cuando Belarmino y María, mis padres, campesinos de Pola de Allande en busca de mejores oportunidades, cogieron el comercio que ahora regentamos Juan y yo, una añeja tienda mixta, sus anteriores propietarios ya no recordaban la fecha de apertura, pero sabían que pasaba del siglo y que fue parada de postas y diligencias», añade Maripaz.
Pues el comercio, transformado en asador y renovado desde los cimientos, con su fachada de piedra, sus dinteles de madera, sus interiores de ladrillo, sus amplios comedores y su sencillez mesonera, es parada y destino familiar, alegre y bien servido, alrededor de los tres grandes hornos panaderos que ponen el sentido y presiden los espacios.
Ya habremos visto, en un extremo del aparcamiento, los troncos de carbayu que, caloríficos y aromáticos, les aportarán la astilla, el fuego, el carbón y la ceniza. Unos hornos redondos, grandes, profundos, de piedra, ladrillo y forja, con el llar inferior custodiando llamas y brasas y la campana superior abriendo y cerrando su puerta lo justo para que la pala panadera meta y saque cochinillos y lechazos según mandan las tradicionales y estrictas ordenanzas de Castilla, uhogazas de pan.
Las grandes raciones servidas en cazuelas de barro caldean y aroman el ambiente antes de que el tenedor o los dedos si mejoran el provecho rompa la crujiente piel y separe la blanca y jugosa carne.
Juan, cangués del Narcea que recuerda a su abuela cociendo el pan y los lechazos en el horno hogareño, que por Leitariegos y Cerredollegaban las enseñanzas de los pastores de La Mesta, prepara cuartos, medios y enteros de ejemplares alimentados exclusivamente con leche materna, no mayores de 21 días los cochinillos y de 35 los lechazos. Patatas panadera y pimientos asados en el horno añaden su necesaria compañía.
Hay bastante más para elegir:ensaladas de huerta refrescantes, ensaladas historiadas, morcilla de arroz, riñones y mollejas lechales a la plancha, callos de la casa, carrilleras ibéricas, bacalao con pisto, cabritu con patatines, dulcerías del obrador propio:sugerencias llenas de atractivo y acierto si el lechazo o el cochinillo, con sus patatinas y pimientinos, el pan de la hornada primera, la ensalada de siempre y el Ribera denso y reposado no ejerciera tan de mocín de pelicula que el resto de actores los pensamos en letra pequeña.
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