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Cuando uno ya ha cumplido 110 años poco le queda por explicar de sí mismo. Es lo que le ocurre a la confitería Camilo de Blas, merecedora de la Caldereta a la Trayectoria, galardón que José Juan de Blas, cuarta generación al frente, quiso hacer extensible en forma de homenaje a «todos los que han llegado hasta aquí con nosotros, incluyendo a nuestros clientes».
Tanto José Juan como su hija Paloma, quinta generación de la confitería que Camilo de Blas abrió en 1914 en Oviedo para su segundo hijo, José, entienden que «si quisiéramos cambiar algo, bien sean nuestros sabores o aromas, no nos lo permitirían». Por eso se mantienen fieles a la tradición pero sin parar de innovar. Y también por eso agradecen un premio que va más allá, pues «reconoce los casi 150 años de historia que la familia lleva dedicada al dulce», ya que antes que en Oviedo, el fundador abrió una confitería en León en 1876.
«Cuando heredas negocio, no puedes fallar a los ovetenses, eres el que cuida de que esto se mantenga, de lo contrario nadie te lo va a perdonar», entiende la familia, que recientemente ha abierto una academia de pastelería «para aficionados».
Y puestos a celebrar fechas redondas, su emblemático pastel, el carbayón, una base de hojaldre cubierta de crema artesana de almendra Marcona y acabado con yema, cumple 100 años. En 1924 se lo encargó el Ayuntamiento de Oviedo a José de Blas, para degustarlo en la primera Feria Internacional de Muestras de Gijón. El resto es historia, igual que la decoración de la tienda ovetense.
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