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Esta semana se ha celebrado en Düsseldorf la que pasa por ser la feria internacional del vino más influyente para el devenir de los mercados mundiales, con presencia de todas las grandes denominaciones europeas y la mayoría de las del resto del planeta. Un lugar ... privilegiado para pulsar las tendencias de este mercado, de la mano en este caso del enólogo de las bodegas Muriel Wines, José María Ryan Murua.
Ryan pudo comprobar que en general las bodegas «buscan que los vinos sean agradables, fáciles de beber y que predomine la fruta. Los clientes huyen ya del tanino sobrextraído, la extructura y la concentración». Por otro lado, es tendencia «expresar el origen del vino y su variedad, y está de moda rescatar variedades antiguas y olvidadas», un punto a favor de pequeñas denominaciones como la de Cangas del Narcea, porque «el consumo va en la dirección de la variedad, la diversidad y lo diferente. Denominaciones pequeñas con historia antigua tienen mucho futuro, y en Düsseldorf he visto muchos ejemplos de eso».
Por otro lado, el vino no se abstrae de las dinámicas dominantes de la sociedad: «Se ve que todo lo que sea eco o biodinámico está en boga. El futuro del viñedo es ecológico, ya que se adapta muy bien a ello, con un manejo sostenible de la plantación. Se busca que el cultivo no provoque degradación en suelos, aguas y ecosistema. Prácticamente todas las bodegas que visité en ProWein tienen parte o todo su viñedo convertido a viticultura orgánica o biodinámica».
No es ya en exceso sorprendente. Los profesionales del viñedo, con plantaciones cuya explotación se plantea en términos intergeneracionales, tienen ya muy en cuenta los efectos del cambio climático. Es, de hecho, «lo que más se comenta en los corrillos de bodegueros, rodos hablamos de como nos afecta, con vendimias más tempranas, graduaciones alcohólicas más elevadas, más madurez. Empieza a ser una preocupación. Se empiezan a utilizar técnicas enológicas para atenuar la influencia del cambio climático y se empieza a plantar viña a más altura para buscar frescor en los vinos, así como nuevas zonas en las que antiguamente era inviable la viña se empiezan a plantar». Por ello, hay que alertar de que «existe un claro riesgo que en algunas zonas de clima muy cálido la viña deje de ser viable, por ejemplo en algunas zonas del sur de Europa, donde si no se dispone de irrigación la viña deja de ser viable por producción e incluso llega a morir». En todo caso, España «es el país de Europa, tras Suiza, más montañoso, con lo que las opciones de plantar a más altura son muy amplias. Es una forma también de descubrir nuevos 'terroirs' y, consecuentemente, nuevos vinos. Las bodegas están también concienciadas en lo que se refiere a la huella de carbono, muchas marcas tienen ya el cálculo del CO2 que generan» y lo muestran como un valor en esta feria.
De hecho, también se percibe la concienciación hacia una mercadotecnia más sostenible: «Las botellas, las etiquetas y el packaging son más discretos. Por otro lado se observan embalajes más sencillos: botellas más ligeras, material totalmente reciclado, y un menor uso de los plásticos».
Es curioso ver en un enólogo como José María Ryan, que supervisa todo el proceso de producción desde la plantación de la viña hasta el momento previo a la comercialización del vino, un criterio similar al expresado por los agroganaderos asturianos. Indica el profesional vitivinícola que en comparación con otras partes del Globo, «en Europa pecamos de sobrerregulación». Las normas de las denominaciones de origen y también de las distintas administraciones públicas lastran la creatividad, mientras que en bodegas de América o Australia, por ejemplo, se nota que «sin perder su identidad, son capaces de probar cosas diferentes y adaptarse mucho más rápido a las nuevas tendencias».
La feria confirma tendencias que se vienen larvando en los últimos años, como el hecho de que «el Pinot Noir, la Garnacha Tinta y el Albariño son uvas que están de moda». Pero también deja sitio a algunas sorpresas: «en las técnicas de elaboración se ha vuelto al cemento y al uso de las ánforas de terracota como recipientes, así como el plástico poroso, en el que el vino se oxigena de manera controlada, o la utilización de recipientes de granito. La barrica pierde protagonismo y crece en tamaño, para impactar menos y de forma más suave en el vino. Muchas bodegas están usando diversos tipos de contenedores de maduración o envejecimiento, en busca, sobre todo, de vinos que mantengan más la fruta y el frescor».
Lo que no cambia, y en Düsseldorf ha sido especialmente claro, es que «el vino es la bebida comercial que más variedad presenta y que más sensaciones diversas transmite. Es un gran catalizador de las relaciones humanas». Pero no está fuera del mundo: «el miedo a la inflación y la subida drástica de precios de las materias auxiliares se empieza a notar en un estancamiento del consumo a nivel mundial».
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