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Qué puede llevar a una madrileña y a un vasco-salmantino a un recondito paisaje taramundés? Miguel Ángel Robles Muñoz y Virginia Ruiz venían a Asturias cada vez que tenían la ocasión y entre sus zonas preferidas se encontraba Taramundi. En un momento dado, dan ... un giro a su vida y deciden explotar un alojamiento rural al que enseguida se le unió sus ganas de trabajar la tierra. Tras informarse en el Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida) y comprobar que el terreno cumplía con las exigencias de cultivo de arándanos, en 2006 inician la plantación al mismo tiempo que las obras de su casa y del restaurante. Así nació Los Arándanos, en la pequeña aldea de Almallos.
«La idea de vender arándanos transformados surgió un poco por la distancia y el aislamiento en que se encuentra aún hoy en día esta zona», explica Miguel Ángel. Entre sus productos destaca una mermelada elaborada con un cien por cien de fruta y otra con el noventa y cinco por ciento y azúcar de caña. «Nuestra filosofía de producción es intentar hacer un producto de máxima calidad, por ejemplo el zumo de arándanos, con el que creo somos muy competitivos. Vendemos poco a poco, ya que la producción es la que es, aproximadamente 10.000 kilos anuales. Nuestra prioridad es que este bueno y conserve sus características organolépticas, pero sobretodo terapéuticas».
Muchas son las propiedades que se le atribuyen a estos pequeños frutos, entre las que destacan ser un remedio natural para las vías urinarias combatiendo las tan temidas infecciones de orina, mejorar la función de los riñones por ser ideales para el tratamiento de cálculos renales y además por su alto poder antioxidante.
Hace cinco años, el Ministerio de Agricultura le otorga a Virginia Ruiz el premio de Excelencia e Innovación a la Mujer Rural. «Fue un reconocimiento por la finca, por la idea y por los productos, por la forma tradicional y artesanal de trabajarlos». La trazabilidad en el método de elaboración es una de las peculiaridades más destacadas. Su obrador se encuentra dentro del restaurante que a su vez se halla en el centro de la finca, por lo que los frutos una vez cosechados pasan directamente a ser transformados sin requerir de ningún tipo de transporte más allá de los brazos del propio operario. «Tenemos cinco variedades de arándanos que nos permiten recolectar en diferentes momentos. Los recogemos gradualmente y así podemos emplearlos en nuestra cocina, en platos como la ensalada, el solomillo de IGP o el pitu de caleya».
Elaborar en ecológico fue fruto de su convicción personal por este tipo de cultivos. «Ya en Madrid consumíamos dentro de lo que se podía este tipo de alimentos, la idea de producir de esta manera nos atraía. El producto eco tiene una mayor calidad organoléptica pero sobretodo medioambiental. Es fundamental ayudar al entorno en el que vivimos». Miguel Ángel Robles explica que el viento y los pájaros son entre otras el precio que tienen que pagar por tener el privilegio de contar con una de las vistas más bonitas de la región.
Su objetivo: seguir viviendo en este maravilloso enclave, elaborar estos frutos e intentar mejorar cada día. «Sobretodo queremos que nuestros clientes estén contentos con el producto. No podemos pedir más que seguir trabajando y viviendo en este paraíso».
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