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Luis Enrique González Iglesias
Jueves, 11 de mayo 2017, 11:48
Ana Narciandi (Ruedes, 1953) nació casi al mismo tiempo que sus padres se hacían con el bar-tienda que ahora regenta, convertido ya en casa de comidas. Ha pasado por todas las facetas del negocio y por tiempos muy difíciles. Enamorada de la buena comida, tiene la espinita de no haber podido llevar la propuesta de Casa Narciandi un escalón más alto en cuanto a modernidad o refinamiento.
Madreñas y sardinas salonas. Mi padre era muy emprendedor, y mi madre ya había tenido un bar en Ruedes con fama por los callos que hacía mi abuela. Lo dejaron un tiempo a otros señores, y tuvieron una tienda de ultramarinos en Gijón. Tras la muerte del señor, yo los animé a que volvieran aquí y lo conseguí, aunque mi madre me decía que estaba loca, que los callos ya no los comía nadie. Cuando volvieron ya no era tienda, sólo comedor y barra, pero mi padre estuvo vendiendo madreñas y sardinas salonas hasta el último día.
Adiós a las oposiciones. En el 96 no me quedó más remedio que tomar el relevo. Estaba preparando las oposiciones pero esto daba mucho dineroy tuve que venir a ayudar a mi padre tras la repentina muerte de mi madre por un cáncer. Lo pasé muy mal con la muerte de mi padre y se lo dejé a una camarera de mucha confianza, pero con la crisis no pudo aguantar y volví yo. Pensaba tomármelo con más calma pero estoy metida hasta el fondo en pedidos, cocina, sala y de todo.
Un sueño truncado. A mi padre le costó mucho quitar la barra del bar donde venían los parroquianos a charlar y ver el fútbol, pero yo tenía claro que quería una casa de comidas. De hecho, si mi marido no hubiera tenido un buen trabajo por aquel entonces, o si a mi hijo que le gustara esto, seguramente hubiera tratado de evolucionar más y que esto fuera un sitio más fino, más moderno.
Obsesión por la calidad. Pienso que tengo una buena relación calidad precio. Al quedarme con lo tradicional, quiero que todo sea artesano y de la máxima calidad. Además de los callos, que es una receta de mi bisabuela, también gusta mucho el arroz con pitu y el pote de berzas. En verano baja un poco porque la gente marcha para la playa y esto es comida más de invierno.
Sobremesas largas. Sólo abro al mediodía pero dejo que las mesas se tomen el tiempo que quieran. El otro día hubo un cumpleaños y estuvieron aquí hasta las siete y media de la tarde. No me molesta nada conservar eso de chigre, aquí siempre hay tertulias largas; el trato cercano, conocer a los clientes... Nos cuentan hasta las enfermedades o dónde trabajan los hijos y los nietos. Siempre me gustó que se sintieran como en casa.
La fiebre del menú. Puse el menú entre semana porque me lo pidieron muchísimo y ahora los fines de semana no te imaginas la gente que llama preguntando si tengo menú. La gente mira mucho lo que gasta y yo lo entiendo pero en una casa de comidas, que las raciones son abundantes y se puede compartir, no me parece necesario.
Los handicap de las afueras. Dando calidad y ajustando el precio no te queda mucho margen. Para comer aquí tienes que desplazarte, es más difícil aparcar, luego está el tema de soplar... Así que no puedo cobrar lo que valdría la calidad o como si estuviera en el centro de Gijón. En todo caso estoy muy agradecida de todo aquel que se toma la molestia de venir, porque esto ya no es un sitio de paso como era antes.
Cambian las recetas y cambia el paladar. Los callos ya no están tan grasientos como antes, ni la fabada está como la hacía mi madre, el pote está mucho más light... Es que el mismo organismo ya no te aguantan esos platos con la grasa flotando. Las recetas son las mismas pero tampoco la materia prima es igual que antes, los gochos no tienen la misma grasa ni el compango se hace igual. Todo va con los tiempos.
Esta casa tiene grandes posibilidades. Cuando yo me jubile no va seguir la saga Narciandi porque mi hijo es profesor de Universidad en Madrid. Pero me encantaría que algúna persona joven siguiese con esto e hiciera algo nuevo, porque además tienen vivienda arriba e incluso podrían alquilar habitaciones. Se puede hacer algo muy guapo aquí. A mi ya me pilla tarde.
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