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Mona de Pascua.
Regalos llambiones y familiares

Regalos llambiones y familiares

Los bollos de Pascua adquieren variedad de formas y elaboraciones en las distintas zonas de Asturias, aunque casi todos comparten las mismas tradiciones e ingredientes: huevos, harina, azúcar y mantequilla

Luis Enrique González Iglesias

Jueves, 13 de abril 2017, 01:57

La Semana Santa no sólo huele a incienso en Asturias. Un sutil aroma a mantequilla o manteca inunda muchas casas gracias a dulces con una misma base: huevos, harina, azúcar y mantequilla. Con estos cuatro ingredientes se elaboran la mayoría de los bollos con los que padrinos y madrinas compensan la entrega del ramo o la palma el domingo anterior por parte de sus ahijados. Marañuelas, mantecados, hojaldres,bizcochos... Todos comparten ingredientes y también tradiciones: disfrutarlos en familia, recibirlos hasta que te casas o adornarlos profusamente. Son un regalo, pero también una comida, además de una muestra de amor y de fraternidad.

De ahí que en lugares como Avilés hacer los bollos en casa sea un ritual tan importante como preparar las cenas navideñas o la primera parrillada del verano. «Aquí se sigue manteniendo la tradición aunque los niños no se bauticen. El regalo se entrega igual y se va a comer o a merendar», asegura Emilio Vidal. «El bollo de Avilés es único, yo no lo he visto igual en ningún lado», abunda. La receta es sencilla pero hay que ser ducho con la elaboración y utilizar ingredientes de la máxima calidad para que el resultado no falle. Cada casa y cada repostero tiene su truco, «a mí me gusta cocer la mantequilla para que concentre el sabor y se tueste un poco». Vidal también le añade un poco de vainilla natural y prefiere el glaseado grueso, «la receta va justa de azúcar, así que este glaseado le ayuda a compensar». Otro factor indisoluble de este bollo es compartirlo con familia y amigos. «Antes hacíamos bollos de hasta seis pisos, claro que las familias eran más numerosas».

Aún así se mantiene estable el consumo, en Vidala hacen en torno a cuatrocientas unidades al día durante esta semana tan larga como fructífera para las confiterías.

Parecidos números maneja Conchi en Pola de Laviana, cuyo trabajo, como el de otras muchas confiteras estos días, se reparte entre el obrador y el teléfono, atendiendo pedidos constantemente. «Es la locura, empezamos a las seis de la mañana y nos vamos a la una de la madrugada». La dificultad de esta preparación hace que se aleje de las cocinas caseras y crezcan los encargos, a veces incluso con meses de antelación.

Las pegaratas, que así se llaman, se extienden por las cuencas del Caudal y del Nalón ataviadas con tocados de merengue y plumas de colores. Originalmente salado pero más soso visualmente, se ha convertido en el roscón de Pascua más exhuberante. Especialmente cuando es el último que se le entrega al ahijado. En tal caso se tira la casa por la ventana y se llena de flores decorativas, es el «floríu mayor».

Variantes de estos roscos los encontramos en Villaviciosa y Ribadesella. También con hojaldre y almendra, aunque menos adornado y con más presencia de las monas de chocolate. En Cangas del Narcea hay bollas, que coinciden en el hojaldre y difieren en la forma y el relleno, ya que son cuadradas y esconden cabello de ángel, en lugar de almendra.

Pocos niños se resisten a un trozo de chocolate. Si además tiene forma de algo que nunca pensarían en poder comerse, el disfrute es doble. La magia de las monas de chocolate llegó a Asturias desde Cataluña «a finales de los años sesenta, principios de los setenta», asegura Miguel Ángel, propietario de La Fe de Periodista Adeflor, en Gijón, y uno de los pocos maestros chocolateros que siguen haciendo las monas a la antigua usanza. «Gijón llegó a tener 180 confiterías y competíamos entre nosotros por hacer el escaparate más espectacular». «Todo eso se ha ido perdiendo un poco lamenta y ahora se utiliza chocolate vegetal», que no tiene nada que ver con el auténtico cacao, ni en sabor ni en textura. «Son piezas muy delicadas, requieren paciencia y mucha atención». Las monas se han extendido por toda Asturias, casi siempre coronando una tarta, como sucede en Gijón y también en Oviedo, o en sí mismas, como hacen en Luarca.

«En Gijón se intentó hacer un pastel propio. Un bizcocho de yema que no acabó consolidándose en todas las confiterías». Ahora se pueden encontrar tartas de almendra, bizcochos y hojaldres haciendo de plataforma para el protagonista: el chocolate.

Parece que en cuanto a dulces de Pascua, diez o treinta kilómetros supone un mundo en Asturias. Navia añade a los bollos, las rosquillas y maragatos, que cuelgan de los ramos de los padrinos el domingo anterior. Los maragatos son figuritas de una masa parecida a pastas de té, pero más duras, con forma humana y decoradas para dibujar los rasgos de cada personaje.

Tineo tiene su coleta de pan dulce, parecida a las alfiladas de Luarca, que también se hacen en estas fechas en algunas casas. Y es que hay otros dulces, como les casadielles, los carbayones o los frixuelos que aquí apetecen siempre que sea fiesta. Incluso sin ella.

También se pueden ver en las mesas asturianas dulces típicos de otras regiones de España. Torrijas, buñuelos, pestiños o borrachuelos comparten con los de aquí un gran poder calorífico, supuestamente para celebrar el fin de los rigores del invierno, reponer fuerzas y combatir los días de vigilia. Dulces, en fin, que fomentan el hecho de compartirlos e incluso prepararlos en familia, que han navegado los tiempos adaptándose y transformándose para conservar tradiciones que sobreviven creencias, lugares y dietas.

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