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La estadounidense Michele Buster se enamoró de España hace más de 30 años y casi tres décadas lleva buscando productos agroalimentarios para venderlos en Estados Unidos. La amiga de José Andrés, quien le contactó para que abasteciera su Mercado Little Spain, estuvo en FéminAs contando su historia, analizados el mercado y dando valor a los productores.
–¿Cómo llega una estadounidense a enamorarse del queso y a convertirse en embajadora del producto español?
–Ha sido un proceso orgánico iniciado en 1991. Cuando acabé de estudiar vine a Europa para aprender idiomas. Viví largas temporadas en Francia, España e Italia mientras trabajaba en eventos deportivos, en la organización, en prensa, en lo que fuera. En Roma conocí al que más tarde fue mi novio y, cuando empezamos a salir, él se tenía que ir a Nueva York para mejorar su inglés y ayudar en el negocio familiar; era de familia quesera y tenía que entender el mercado para vender mejor. Tras más de un año de relación a distancia, regreso a Nueva York con él con la idea de trabajar en el Mundial de Fútbol.
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–¿Y qué pasó?
–Escuché en su casa que el mercado local no estaba aceptando bien su queso. Yo le animé a que lo intentáramos mover nosotros, porque a mí me encanta y creía en el proyecto. Además, yo llevaba toda mi vida vendiendo cosas, primero ropa de niño como mi padre y luego en Deportes; siempre he sido muy resolutiva. El inconveniente es que no conocía la industria, así que me puse a aprender elaboraciones, pero también de marcas, lugares, maridajes... Poco a poco introdujimos su producto en el mercado. Solo le había puesto una condición: que cuando lo suyo cogiera fuerza, me dejara introducir un queso manchego porque me encantaba y en Estados Unidos no lo había bueno.
–¿Así empieza Forever Cheese en 1998?
–Se dieron varias circunstancias, como que el nombre de su empresa nadie lo sabía pronunciar y que su familia no estaba contenta con que incorporáramos quesos españoles. Así que nos pusimos por nuestra cuenta y empezamos a vender más que queso.
–¿Cómo conoció el queso asturiano?
–Primero fue el producto de Central Quesera Montesinos (Murcia), luego el manchego y mi tercer productor fue Marino González, de Coasa. Él tenía agrupados muchos quesos y enseñaba a la gente a comercializar su producto; conocí Queso Monje, Taramundi, Cueva de Llonín, Canal de Ciercos, Los Beyos, La Peral, con el que seguimos trabajando... Tuvimos muchos, lo malo es que cuando tenían problemas y no había producción, se iban. En el mercado si pones un producto y luego lo quitas es más difícil volver a entrar que hacerlo de nuevas. A veces pienso que nosotros hemos sido demasiado avanzados, hace años quise llevar sidra, por ejemplo, pero muchas cosas no estaban listas o no lo estaba el mercado.
–¿El consumidor estadounidense valora realmente el producto español?
–Ahora sí saben dónde está España y lo que tiene. Antes conocían el flamenco, la Costa del Sol y la paella, pero el descubrimiento gastronómico ha sido poco a poco. Hay que tener en cuenta que es un mercado muy grande, que no es igual una costa que la otra que el centro y que entra producto de todos los países. Así, introducir un queso de vaca es mucho más difícil que uno de cabra u oveja porque hay más en el mundo. El mercado del queso artesanal es muy bueno y amplio, dicen que también es caro, pero eso es algo que tenemos que dejar de pensar.
–Muchas veces echan la culpa a la cadena...
–Sí, dicen que no es justo que pase por tantas manos, pero entonces no entienden el sector. El pequeño productor no siempre puede llegar a todo y no basta con la tienda 'on line' para darse a conocer y llegar más lejos. Es verdad que hay algunas partes de la cadena en ciertas circunstancias que sí se pueden obviar, pero no siempre. Además el queso es un producto muy particular para viajar, porque es un producto vivo y evoluciona.
–¿Asturias se lo puso fácil?
–Coasa ayudaba porque se encargaba de informar, de llevarme a conocer a todos para que yo conociera sus historias y pudiera contarlas.
–¿Todavía encuentra productos que le sorprendan?
–Sí, cuesta más, pero pasa. Dije el lunes en FéminAs que en esta región no había visto novedades desde hace tiempo. Sugiero hacer un concurso para crearlas. Y tenemos que cambiar la imagen de lo que es un pastor para que más gente quiera serlo. Son defensores de la tierra y ya pueden disponer de tiempo libre y aprovecharse de las nuevas tecnologías.
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