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El mejillón, modestia aparte
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El mejillón, modestia aparte

Los españoles consumieron en 2023 un total de 33,2 millones de kilos de un superalimento cuyo bajo precio y asequibilidad a menudo disfraza su valor

Miércoles, 4 de septiembre 2024, 11:49

«Del marisco clase obrera, sublime consuelo de desheredados, alegría de los pobres y los sabios, que saben comer sin secar la billetera«, describió el periodista gallego Fernando Franco, una década atrás, durante su glosa al mejillón en el pregón de la fiesta que organiza la localidad gallega de Chapela en torno al alimento marino. La humildad del bivalvo y su abundancia opacan el reconocimiento del sabrosísimo molusco.

Al mejillón no le falta de nada. Quizás que su precio se eleve para valorar en su justa medida sus infinitas propiedades, nutricionales y, por supuesto, sápidas. Degustarlo, despojada su negra armadura, es adentrarse en las profundidades del mar, disfrutar en boca de la potencia salina de las olas, de su tersura jugosa.

Además de todo ello, el mejillón es un superalimento. Destaca el aporte de proteínas de buena calidad y su bajo valor calórico por la escasez de grasas. Rico en minerales, sobresale su contenido en selenio; solo una ración cubre prácticamente el total de la ingesta diaria recomendada para hombres y mujeres de 20 a 39 años con una actividad física moderada, información que destaca el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

Son reseñables también los aportes de hierro -la proporción de 4,5 gramos por cada 100 de alimento deja atrás a la carne de cerdo y de ternera- , fósforo, potasio, magnesio, calcio y yodo. Es, además, fuente de vitaminas del grupo B.

Curiosamente, su consumo lejos de aumentar aupado por la creciente tendencia a una alimentación saludable, decrece. Los españoles gastaron en 2023 un total de 33,2 millones de kilos; no es baladí pero una década atrás se metían entre pecho y espalda la friolera de 54,4 millones.

La bajada en el consumo ha sido paulatina desde 2017, con la salvedad de 2020, año de la pandemia, cuando volvimos con entusiasmo al molusco de nigérrima cáscara. Basta una cazuela profunda, lo suficientemente grande para acomodarlos, ya desbarbados, y una tapa para encerrarlos para arrancar el disfrute.

Son delicia los mejillones simplemente al vapor —acompañados durante la cocción por un chorrín de limón, de vino blanco o ni eso— pero también engalanados por sabrosas salsas, algunas tan clásicas como la vinagreta o la marinera y otras bravas, como la que sugiere Casa Lin, asturianizadas con sidra al estilo de El Mono que Lee o con el curry como protagonista. Quién no ha disfrutado con unos mejillones tigre…

Las conserveras encapsulan su sabor y lo preservan en fortines de hoja de lata , en general en escabeche pero también al natural, picantes… En Francia es típico elaborarlos a la crema, en Italia, las versiones napolitana y tarantina incorporan tomate, en Australia son también habituales con un toque picante, en Bélgica y Holanda los acompañan de patatas fritas… Tan populares como internacionales, son pura inspiración

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