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Inés Alonso se reconvirtió en pastelera porque quedó maravillada del oficio mientras estudiaba para ser guía turístico. Abrió Verde Menta hace dos años en Rovigo, Quintueles, al más puro estilo 'tea room' irlandés.
-¿Cómo empezó en pastelería?
-Iba para guía turístico y, en ... Gijón, se estudian en el mismo lugar Hostelería y Turismo. Un ejercicio nos llevó a recorrer toda la escuela, y cuando llegamos a las cocinas, me fijé en las cosas tan chulas que estaban haciendo los pasteleros, así que cuando acabé mi módulo, me metí en Pastelería.
-Abrió Verde Menta hace dos años. ¿Cuál era su recorrido?
-Tuve pastelería y obrador en Gijón hace cinco o seis años y un verano cogí un local pequeñito al lado de Casa Kilo, donde abrí una microtienda. Tuve que cerrar en Gijón, me fui a vivir a Irlanda y empecé a viajar mucho. Regresé justo antes de la pandemia y empecé a trabajar para otros tras la mala experiencia de tener negocio propio. Había viajado y visto muchas cosas por todo el mundo y era una pena que eso no se pudiera traer aquí porque nadie me dejase hacer cosas diferentes con la excusa de que no se venderían... Entonces me animé a montar una pastelería otra vez.
-Defiende una pastelería diferente. ¿Cómo serlo en algo tan tradicional?
-Intento hacer una pastelería que te haga viajar: puedes ir a sitios lejanos donde nunca estuviste o transportarte en el tiempo. ¿Cómo? Consiguiendo recuperar los sabores de siempre. Cuido la parte clásica de la pastelería y los sabores de antes, que se están perdiendo porque se reducen mucho los costes en materia prima de calidad. Y a todo le doy un toque moderno, con muchos detalles.
-Esta vez abrió en Quintueles, en la casa familiar donde se crió. La localización ha sido una apuesta...
-Teníamos este hueco que no era más que un tejado con pared, pero como tenía un buen recuerdo de la tienda de Quintes, me animé. En Irlanda había muchos locales estilo 'tea room' donde comer algo dulce en el campo y me gustó la idea. No estamos en un lugar de paso. La verdad es que abrí con la idea de tener solo obrador y vender por encargo, por eso es muchísimo más grande que la tienda, pero a los clientes les gustaba el rincón, así que sumé un pequeñísimo espacio de venta.
-El horario sigue esa filosofía de lo rural.
-Solo abrimos fines de semana y festivos, y en invierno solo por las mañanas. Por semana atiendo encargos y produzco lo que saco el fin de semana.
-¿Cuántas veces ha tenido que escuchar que el dulce es malo?
-¡Uff! Muchos vienen buscando lo que menos azúcar tenga; les digo que el cruasán, pero también les pregunto cuánto dulce comen a la semana porque no pasa nada por pedir un día un muji. La cuestión está más en la cantidad y la calidad que tenga. No todas las pastelerías lo ofrecen porque, aunque no lo digan, meten margarina, y eso al estómago no le va a caer bien. Por eso se piensa que el dulce sienta mal, pero no es así, depende cuál. En pastelerías de Barcelona tienen muy arraigado esto, pero en Asturias nos engañan mucho con la calidad. El consumidor tiene muchas falsas creencias con el dulce; pasa con las tabletas de chocolate, que piensan que el compran con una proporción de 95% de cacao es bueno por definición y más que una tableta de origen del 76% como las que tengo yo. El mío es de pasta de cacao; el otro, de cacao en polvo, esa es la verdadera diferencia. Es mejor leer la etiqueta. Me gustaría que hubiera una asociación que nos uniera a nivel nacional para enseñarle a la gente lo que es bueno y lo que no.
-¿Hay opción de montar una asociación regional?, ¿lo pretenden los nuevos?
-Ojalá se hiciera, pero no.
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