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JESSICA M. PUGA
Jueves, 12 de enero 2023, 12:19
Ibi es un pueblo de montaña del interior de la provincia de Alicante ahora famoso a partes iguales por los juguetes y los helados. La popularidad por lo del comer empezó primero; antes, incluso, de que hubiera neveras en las casas porque en la zona había neveros, es decir, pozos adonde los vecinos tiraban la nieve para hacer hielo y venderlo después. Así, esta pequeña localidad se convirtió con los años en cuna de sagas heladeras que llegaron a trascender las fronteras locales.
Vicente Guillem Pina fue uno de estos ibenses que probó fortuna en el mundo de los helados lejos de su localidad natal. A Gijón llegó en 1921 para trabajar para otra gente y, a principios de los 30, se asentó por su cuenta en Somió, en lo que hoy es la avenida de Dionisio Cifuentes, donde abrió una tienda de ultramarinos en la que en verano hacía helados. Con los años, optó por constituirse ya como heladería y se instaló en la calle El Molino (actual Emilio Tuya), donde a día de hoy sigue abierta La Ibense Astur al mando ya de la tercera generación.
Esta, representada por Toña García y José Manuel Martínez -viudo de María Jesús Guillem-, acaba de dar por finalizada una temporada de Navidad «más rara de lo normal», apunta él, en tanto ha detectado un consumo más bajo de lo habitual. La causa principal, piensa, está en que «las fiestas coincidan en fin de semana» a lo que hay que sumar «que cada vez hay menos niños en las casas». Aun así, la venta de helados «fue notable como es costumbre», reseña García, al tiempo que recuerda que, en La Ibense, estos se venden todos los días del año.
Fue precisamente la tercera generación la que decidió sumar el turrón a una oferta en la que el bombón de nata ocupa un lugar especial. «También nos tocó adaptarnos a las directrices de la Comunidad Económica Europea, que fue especialmente intenso por tratarse de lácteos», recuerda García, quien señala hacia lo que empieza ahora: la temporada por excelencia de la nata montada. «La de los helados se enmarca tradicionalmente entre el día del padre y El Pilar», ahonda Martínez.
Hace más de un siglo que Vicente Guillem Pina cambió Alicante por Asturias. A él le tocó preparar las maletas y hacerse un hueco en el mundo de los helados. «Él lo empezó todo, los demás hemos recogido su legado», apunta Toña García, mientras muestra el expositor que da cuenta de la historia del oficio familiar. Enseña un chambi, que es un molde con un muelle y un tirador con el que hacer sándwiches de helado. Muestra una máquina para hacer cucuruchos muy parecida a las actuales para preparar gofres que va aparejada a un rollo para darles forma y también un molde en el que se metían los bombones de nata. «Hace muchos años teníamos a un trabajador exclusivamente encargado de esta tarea», recuerda García.
La segunda generación, la de Vicente y Milagros Guillem Martí y sus parejas, fue «la que creó empresa». «Una empresa que no va a cerrar», matizan. Es lo que llevan un par de semanas explicando a sus clientes porque la que lo hace es otra ibense, esta sita en Cádiz. «Nada tiene que ver con nosotros», señalan.
Su secreto para seguir al pie del cañón está en «proteger la tradición y cuidar de lo artesano. Nuestra esencia no ha cambiado en todos estos años, solo hay que saber adaptarse a los tiempos», explica Martínez, para quien «todo está inventado, tan solo luce diferente». Ahora, él ve cómo sus hijas, María y Ceci, empiezan a tomar las riendas del negocio familiar, que además del despacho del barrio de La Arena, tienen tres más repartidos por Gijón en las calles Marqués de San Esteban, Juan Alvargonzález y Brasil. Suya será la tarea de seguir velando por los bombones de nata, de los que elaboran cientos al día.
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